El 3 de agosto, estaba en mi casa cerca de Kingston, Ontario, sentada en una tumbona después de la cena cuando vi, por el rabillo del ojo, una fila de todoterrenos negros acercándose a toda velocidad hacia nuestra entrada. Con una sensación de hundimiento, me di cuenta de que uno de mis temores recurrentes como presa en libertad condicional se estaba haciendo realidad. Cuatro todoterrenos se giraron hacia nuestra entrada, pisaron los frenos y, de cada uno, saltaron entre seis y ocho maderos de la Policía Provincial de Ontario trajeados completamente a lo Darth Vader y, algunxs, luciendo armas automáticas para darle más efecto dramático. Mientras luchaba por mantener la calma, pude ver las siglas de ROPE (Unidad de Reincidentes y Aplicación de la Libertad Condicional) en amarillo chillón ostentando en sus chalecos antibalas.
Aparcaron oblicuamente por toda la entrada y, mientras un par de ellxs, con sus rifles completamente automáticos, tomaban posiciones en la parte superior de nuestra propiedad, el resto caminó rápidamente hacia donde yo me encontraba y me esposaron sin decir una palabra. Le pregunté a la mujer policía que de qué iba todo aquello y me dijo que se me había suspendido la libertad condicional.
Me pasé unos cuantos días en el centro local de detención preventiva, Reclusorio de Quinte, antes de que un nuevo oficial de la libertad condicional (de repente, habían sustituido a mi habitual agente de la condicional) y un Agente de Seguridad e Inteligencia (SIO) del Servicio Correccional de Canadá (CSC) vinieran a verme para una entrevista tras la suspensión. Se pasaron hora y media interrogándome e intentando intimidarme para que les diera los nombres de cualquier persona involucrada en EPIC (Por el Fin del Complejo Industrial de Prisiones) o cualquier otrx activista anticarcelarix, así como información sobre cualquier posible “ataque bomba e incendiario” de los que el SIO me advirtió que yo sería la responsable “si las cosas se torcían”. No hace falta decir que no se quedaron contentxs cuando les dije que no les iba a dar nombres. Con la entrevista, se habría podido hacer un guión divertídisimo de Monty Python, con el SIO comparándome a veces con Ghandi y, acto seguido, con James Holmes, el “joker” que mató a doce personas en Colorado durante el estreno de la película de Batman. El resultado de la entrevista no fue tan divertido.
El 12 de agosto, me trasladaron a la unidad de máxima seguridad de la prisión de Grand Valley para mujeres en Kitchener (Ontario). Diez días antes, había estado descansando en pantuflas sobre una tumbona después de cenar y, ahora, de repente me había convertido en una presa de máxima seguridad federal a la que había que poner grilletes y esposas solo para que me condujeran desde el área de admisión a uno de los módulos de la unidad de máxima seguridad. Fue tan gracioso que me dieron ganas de llorar.
Unas semanas después, recibí unos documentos de la libertad condicional informando que la oficina de la libertad condicional del CSC “recomendaba encarecidamente” que se me revocara la libertad condicional, con una larga lista de razones. Tal y como sospechaba, la biblioteca fue el escenario del “crimen”; no se me acusaba de ningún crimen real. La unidad del ROPE había llegado el día después de que yo hubiera proyectado una película sobre el Día de la Justicia de lxs Presxs (PJD) en la biblioteca pública de Kingston. A la película le siguió un “taller de acción directa” llevado a cabo por unx abogadx que explicó qué es lo que se podía esperar en un bloqueo/piquete que se iba a realizar a la entrada de la prisión de Collins Bay el PJD. Estos “talleres de acción directa” se han convertido en algo cotidiano a nivel mundial, como talleres de entrenamiento para manifestaciones a gran escala o acciones de desobediencia civil, para que la gente se familiarice con la legalidad de los diferentes tipos de actividades. También enseñan a la gente a participar en grandes procesos de toma de decisiones y consensos, cómo interactuar con los medios de comunicación, qué hacer si te detienen y otros conocimientos necesarios en protestas.
El piquete/bloqueo de Collins Bay planeado para el día de Justicia de lxs Presxs fue la razón más obvia por la que se me suspendió la libertad condicional, pero se había enumerado otras muchas “razones”, basadas en sospechas paranoicas que no merece ni la pena ni el esfuerzo explicar. Aun así, vale la pena señalar el contexto político en Ontario, que ofrece las razones más lógicas para que se me suspendiera la libertad condicional. Creo que las razones para que se me suspendiera la libertad condicional son similares a las que usaron al imputar al Principal Grupo Conspiratorio del G20 (G-20 Main Conspirancy Group); es decir, “medidas preventivas de seguridad” destinadas a arrestar a la gente antes siquiera de que se cometa una “acción ilegal”. Este tipo de medidas no solo se utilizan para interrumpir la acción política, sino que también tienen un efecto negativo en la resistencia política en general. Nos ponen a la defensiva y nos obligan a luchar por nuestros derechos básicos que, supuestamente, están arraigados en la Carta de Derechos y Libertades canadiense.
La verdad es que se podría ver como un día triste ese en el que nos vemos reducidxs a luchar por nuestros derechos humanos básicos, pero yo creo que, en realidad, es un signo de la fortaleza de nuestra resistencia. En las mentes de las autoridades, se ven tan amenazadxs por el potencial de nuestros movimientos que se ven reducidxs a intentar adelantarse a nuestros esfuerzos organizativos arrestándonos por asistir a reuniones, hablar y manifestarnos, actividades supuestamente legales hasta en una sociedad capitalista.
Creo que el trasfondo de las últimas series de detenciones preventivas en Ontario comienza en el año anterior a la cumbre del G20 de Toronto de 2010, cuando se infiltraron secretas en las comunidades anarquistas de Guelph y Kitchener/Waterloo. Se gastaron miles de millones de dólares en seguridad policial y recopilación de inteligencia el año anterior, incluyendo los días de las manifestaciones contra la cumbre del G20. Ahora estamos viendo cómo se realizan preparaciones policiales similares para hacer frente a la organización contra las arenas petrolíferas de Alberta y el cambio de dirección de la línea nueve del oleoducto de Ontario.
No cabe duda de que, en Kingston, a las fuerzas policiales locales les pilló por sorpresa la emergencia repentina de la aparición de un movimiento relativamente grande y variado para detener el cierre de las granjas penales (prisiones donde lxs presxs trabajan como mano de obra en el campo) en 2009. Lxs abolicionistas carcelarixs vieron en esto un primer paso para obtener tierra y dinero para que la prisión de Collins Bay construyera una macro prisión regional, como se indica en la “Hoja de ruta para Fortalecer la Seguridad Pública” del gobierno. En agosto de 2010, cientos de personas en Kingston participaron en dos días de bloqueos de las entradas de los Organismos de Collins Bay y Frontenac para evitar que se llevaran el rebaño de reses de la granja penal. La policía local no estaba preparada para la magnitud del movimiento y, el segundo día, tuvieron que pedir refuerzos a la policía provincial. Se realizaron veinticuatro arrestos. Lxs abolicionistas carcelarixs locales empezaron también a organizarse en contra de los planes para una expansión carcelaria masiva que, en 2012, se ha traducido en la construcción de seis nuevas unidades carcelarias solo en el área de Kingston.
Los meses previos al 10 de agosto de 2012, lxs abolicionistas carcelarixs locales y algunas personas involucradas en la campaña de las granjas penales trabajaron para organizarse para el Día de la Justicia de lxs Presxs. Por toda la ciudad, había carteles que invitaban a participar en un bloqueo/piquete matinal en Collins Bay para detener la construcción de las nuevas prisiones como un acto de solidaridad con lxs presxs que se encontraban tras los muros en ayunas y negándose a trabajar dentro de los muros. En las mentes de la madera y de la CSC bailaban visiones de hordas de anarquistas y lugareñxs enfurecidxs. Basándose en absurdas previsiones del PJD manifestadas por el CSC mientras me interrogaban en Quinte, no creo que les hubiera sorprendido si “para su asombro, vieran pasar a lo lejos un diminuto trineo y ocho pequeños renos”.
Esperé tres meses a la vista de revocación ante la Junta de Libertad Condicional. Es difícil ser optimista dentro de la unidad de máxima seguridad donde murió Ashley Smith y Nyki Kish espera a su apelación tras haber sido condenada por un asesinato que no cometió. Siempre es más fácil hacer tiempo cuando no tienes nada que perder, pero en mi caso, vivo con otras dos personas en una pequeña granja autosuficiente y trabajo con una gran comunidad de compañerxs a nivel local, así que tengo mucho que perder. Al final, la Junta de Libertad Condicional me soltó el 30 de octubre de 2012 con condiciones más estrictas.
No me cabe duda alguna de que me habría pasado muchos más años en prisión de no haber sido por el incansable apoyo de una red de amigxs, familiares, aliadxs anarquistas y un/a buen/a abogadx. En la cárcel, se hace evidente que todos los esfuerzos del CSC están dirigidos a aislar al/a la presx de sus redes de apoyo, tanto dentro como fuera de los muros. Debo mi “libertad” a todxs aquellxs que me han apoyado durante todo este capítulo de mi vida y solo espero poder corresponderles a través de mi solidaridad y ¡continuando con el alegre estilo de vida de la resistencia!
Ann Hansen,
Noviembre de 2012.
[Sacado de es.Contrainfo.espiv.net]