“¡A la comisaría, cabros!”, gritaron muchos. Había fuerza, había gente. Pero faltaba más voluntad, más táctica quizás. El sector era propicio, solo a dos cuadras esta la comisaría. Los pacos no eran muchos, solo una micro. Algo mejor organizado les habría dado una guerra que ellos buscan día a día, que ellos mantienen, que ellos instauran y defienden. No es hablar de dirigir esos pequeños espacios de explosión, ni manipular a esos 60 jóvenes que estaban esa noche. Pero seria propicio entendernos en los parámetros de daños que se quiere causar. Porque es claro que se sale a agarrarse con la policía y si queda con 3 dientes menos un paco o con un perdigón en la mano o un brazo fracturado mucho, pero mucho mejor. Pero si no vamos preparados de nada serviría entonces arriesgar tanto; esa fuerza se diluye, esas ganas solo queda en un pequeño juego nocturno.
Pero ese grito lo decía todo. “A la comisaría” encierra la significancia que muchos tenemos. Es el momento específico en el cual se puede romper con la cotidianeidad de la mercancía, despojándose de las pesadas cargas laborales, responsabilidades académicas y letargo social en el que forzosamente aceptamos jugar y acechar desde el miedo más sicológico a esta sociedad. Esa turba de incontrolados que ataco un condominio era la misma que se tomo la bastilla, la misma que recorrió las calles de la Francia revolucionaria colgando a los ricos en el alumbrado publico, la misma chusma que Marx insulto llamándolos lumpen. La sociedad de los ricos (en la cual no es necesario ser acaudalado, si no que es esta sociedad, en la que estamos todas y todos haciéndola funcionar día a día, generando pequeños espacios de poder en donde ejercemos la explotación y crueldad) guarda en su inconciente mas profundo ese temor a ser atacada, despojada y humillada por ese lumpen que esta dispuesto a perder todo. Muy grabadas quedaron las escenas de las luchas intestinas de siglos pasados en las que el último (o primero, depende de cómo lo veamos) escalafón de la pirámide social caía como cuervos sobre las casas, comercios y palacios de los ricos. Ese miedo no desaparece y se hace patente año tras año para el 29 de marzo y el 11 con la invasión de propaganda mediática que generan los canales de televisión, los partidos y el gobierno, buscando encausar esa sicología del miedo hacia su terreno, favoreciendo la justificación de su propia existencia. Hay una representación mediatizada que cuaja perfectamente en las cabezas de los ciudadanos, eso los hace ser lo que son.
¿Qué quedaba entonces por hacer? Seguir ahí. Aguantando la barricada hasta que nos reventaran. Se perdió un espacio físico, en donde por un momento, instantáneo, espontáneo, minúsculo espacio-tiempo, se destruyo la relación del capital. Cambiamos, en ese –insisto- mínimo metro cuadrado, toda paranoia social, toda alegría robada, toda usurpación de nuestro tiempo de ocio por horas de trabajo, en fin, cambiamos todo lo que nuestras familias nos han (y habían) enseñado por un tiempo en el que ya nada era igual al de antes. “Apartándose de la basura que dicen de este día, hoy por hoy solo los grupos de izquierda son los que lloran por los 36 años, en cambio los que están en las esquinas todos los onces son niños y jóvenes que están ahí para entablar una guerra personal con la policía. Y siempre habrá un desprecio hacia la autoridad, eso será eterno. Fechas como esta (cuando dicen que sale el lumpen, la delincuencia, los vándalos) son un espacio, físico concretamente, pero también simbólico aunque su explicación a veces sea confusa, en donde un grupo humano ya no teme, resguardados por sus iguales, a la maquinaria de represión que son los policías. Si los intelectuales de izquierda bien sentaditos en sus escritorios desprecian e insultan a esos “niños que no saben porque protestan y que no estuvieron para el 11”, es porque su enojo esta en que la izquierda busca ser representante de todo lo que esta a la izquierda del capital, se busca reafirmar en cada fecha “conflictiva”, siendo ellos los representantes y voceros de los “excluidos” como les gusta llamar. El problema para ellos es que esa juventud combativa no esta interesada en la mediación de la izquierda del capital. No hay validez ni para ellos ni para otro” pensé, mientras veía a un grupo arrancar unos paneles de madera que resguardaban la construcción de un Líder en esa esquina.
Eventualmente llego a su fin. El olor del humo y lacrimogena era pesadamente insoportable.
continuara…
Un Incontrolado.
Extraido de Hommodolars.