Crónica de una Masacre


fuera-petroleras[Texto enviado por anonimxs que estuvieron en amazonia]

“La piel está entumecida y el cuerpo se siente pesado y muerto; las extremidades se duermen… Cuando tenía diarrea, vómitos, fiebre…un médico de Oxy en Andoas me examinó, pero no dijo que los síntomas fueran por contaminación. Dijo que el agua no estaba contaminada. Me dio una pastilla y no me dijo nada más.”
—Nativo de Pampa Hermosa.

Crónica de una Masacre.

El impacto de la extracción petrolera en el amazonia Peruana

Por más de 30 años el pueblo indígena Achuar de la amazonia peruana, ha sufrido las consecuencias de la extracción de petróleo en su territorio, primero fue la empresa petrolera californiana Occidental Petroleum Corporation (Oxy) la que comenzó con la extracción dentro de territorio Achuar, para luego pasar a manos de la sucesora argentina Pluspetrol, ambas empresas han sido las responsables durante décadas de la destrucción del medio ambiente en estos territorios, así como también la pérdida de raíces culturales y divisiones en el pueblo Achuar. En manos de Pluspetrol las conductas autoritarias propias de empresas capitalistas se han mantenido con la misma intensidad, así, siguiendo el legado de Oxy y haciendo un aporte propio, estas petroleras han afectado el territorio Achuar casi en su totalidad, disminuyendo su posibilidad de caza, pesca y siembra de cultivos, actividades que se han visto dificultadas debido a la alta presencia de plomo y de cadmio en todo el territorio.

En el año 1971 la empresa Oxy firmó contrato con el estado peruano con el fin de hacer exploraciones en busca de petróleo, iniciando su producción a gran escala ya en el año 1975 sobre la cuenca del Río Corrientes, en una región remota designada “Lote 1AB” que era habitada por el pueblo Achuar desde hace ya mucho tiempo. Este lote de extracción se transformó en el complejo terrestre de campos petroleros más grande del Perú, llegando a producir un 42% del petróleo del país con una producción de 115.000 barriles de petróleo crudo por día, además de causar una destrucción indiscriminada del territorio al construir “infraestructuras masivas de apoyo”, tales como aeropuertos, helipuertos y refinerías, soportes de la megamáquina de destrucción que allí se gestaba y desarrollaba. Esta empresa además vertió grandes cantidades de desechos tóxico/cancerígenos y radiactivos en las quebradas locales, a lo largo de todo el Río Corrientes, y almacenó incorrectamente aguas de desecho. Este tipo de prácticas de explotación han generado la destrucción del medio selvático propio del lugar, un bosque húmedo del que hoy tan sólo queda un mero recuerdo de lo que fue unas décadas atrás, destruyendo la vida de todo un pueblo que ya contabiliza muertos en esta trágica historia y mantiene a la fecha a sus hijos con niveles superiores a 20 veces más plomo en sangre de lo normal.

En el año 2000, Oxy vendió su concesión a Pluspetrol, una empresa argentina que sigue usando los sistemas y la infraestructura diseñados y establecidos por su predecesora. Este cambio de explotador no ha cambiado en nada el panorama a la fecha, las modalidades clásicas de división de comunidades, compras de dirigentes, ingreso de ONG’s asistencialitas, y la entrega de dinero como forma de “calmar ánimos” entre las comunidades, se mantienen de la misma manera con la llegada de la empresa argentina, fortaleciendo y sosteniendo este panorama de destrucción que se respira hace años en el Río Corrientes, dónde en casi cualquier lugar se pueden registrar huellas de derrames típicos y recurrentes, todos sin una remediación real y eficiente.

Durante los 30 años de extracción de la empresa Oxy, se vertió un promedio de 1.300.000 barriles diarios de subproductos tóxicos petroleros del proceso de extracción, desechos conocidos como “aguas de producción,” compuestos principalmente por químicos como el bario, cadmio, plomo, benceno, mercurio, arsénico, todo revuelto en una cazuela de aguas de formación que están a 80 grados centígrados de temperatura y que, en vez de ser reinyectadas como “recomiendan” los estándares internacionales, son lanzadas al río a un promedio de un millón trescientos mil galones por día, práctica para nada extraña a la realidad de cualquier empresa de extracción petrolera. A su vez, Oxy utilizó pozos de tierra para almacenar los líquidos de las perforaciones, el petróleo crudo y los subproductos del crudo. Estos pozos, cavados directamente en la tierra, quedaron abiertos, no fueron impermeabilizados ni tuvieron barreras de protección. Muchas veces se derramaron en el suelo y en las aguas de la superficie y se filtraron al suelo de en derredor y al agua subterránea.

De la misma manera, hoy en día, todos los días y a toda hora las sentinas inmundas de la petrolera Pluspetrol chorrean su carga sobre las aguas que daban de comer a ocho mil indígenas de la etnia Achuar, directamente en los ríos y las quebradas utilizados por los ellos para beber, bañarse, lavar y pescar. El desecho de aguas producidas, que son altamente salinas y químicamente tóxicas, distintas a las de quebradas y ríos no contaminados, altera las propiedades del agua y hace que ésta resulte altamente tóxica. Estas “aguas de producción” han sido las responsables del envenenamiento y muerte de miles de individuos de diferentes especies animales (incluida la humana) en el río y sus alrededores, además de la contaminación del suelo y la disminución del hábitat natural de una infinidad de especies, transformando este espacio en una zona altamente contaminada.

Un porcentaje altísimo de los niños de las cinco comunidades Achuar en cuestión, muestran concentraciones altas de plomo en la sangre, niveles que se sabe causan problemas en el desarrollo de los niños. La única fuente probable de este envenenamiento por plomo es la contaminación que proviene de la producción del petróleo. Asimismo, los niños y adultos en por lo menos dos de estas comunidades muestran niveles peligrosamente altos de cadmio en la sangre.

La contaminación petrolera causada por “derrames accidentales” y el vertido rutinario de aguas producidas durante un período de 30 años ha resultado en la contaminación y la subsiguiente reducción en las poblaciones animales, plantas y el ecosistema en general en el “Lote 1AB”. Estos supuestos “derrames accidentales”, como son llamados por la petrolera Pluspetrol y ONG’s reformistas, son en realidad totalmente previsibles y evitables, esto en base a que cualquiera que recorra el lote, puede dar fe de las pésimas condiciones en las que se encuentran las instalaciones petroleras, muchas al borde de un derrame y/o cualquier otro “accidente” ambiental. Esto demuestra que el discurso oficial de las ONG’s y de Pluspetrol a la fecha, no es mas que la clásica actitud evasiva de las empresas capitalistas y sus especialistas en retórica capitalista verde.

Actualmente, los Achuar tienen que viajar largas distancias y regresan a sus casas con menos alimentos y de menor calidad de los que en el pasado podían cazar o pescar. Las chacras son menos productivas y las áreas disponibles para el cultivo han sido reducidas. Todo esto sumado al ingreso en los años 60 y 70 de una gran cantidad de misioneros cristianos que han “convertido” a un porcentaje no menor de comuneros en creyentes de esta doctrina autoritaria, alejándolos de la visión de holística a la que pertenecían, construyendo nuevos paradigmas de vida, trayendo el alcoholismo y trasformando sus cosmovisiones, llevándolos a una visión utilitaria del medio, como lo es la visión del pensamiento judeo-cristiano.

En la actualidad, la empresa Pluspetrol, como mencionábamos anteriormente, ha continuado utilizando la infraestructura y los métodos de Oxy en el “Lote 1AB” desde que adquirió la concesión en el 2000, y aunque esta empresa ha sido la sucesora en el proceso de destrucción, es fácil notar como en los escritos e informes de las ONG’s que participan de este teatro ecologista, se intenta responsabilizar de todo a la empresa Oxy, buscando como siempre sólo las “reparaciones” con dinero del daño ocasionado y una “mejora” en el proceso de extracción por parte de Pluspetrol, evitando así la crítica a las bases de la industria petrolera, real responsable del daño sufrido por los ecosistemas en cada una de sus fases de producción, desarrollo y consumo de sus productos.

Según declaraciones en los medios por parte del Estado peruano en el año 1984, el “Lote 1AB” era “la región ambiental más dañada del país”, demostrando una vez más su complicidad en los intereses del capital, ya que hasta la fecha y aun ante los ingenuos petitorios de organizaciones ecoreformistas, este Estado sigue premiando a las empresas petroleras por ser “las responsables del desarrollo y crecimiento del país”

En el mes de Octubre del año 2006 las instalaciones de Pluspetrol en el “Lote 1AB” y “8” (el otro lote que explota la empresa argentina) fueron tomadas por los pueblos Kichwa, Kandosi y Achuar en la zona de Andoas (Río Pastaza), declarando que la toma sería de carácter indefinido, en demanda del respeto a sus derechos ancestrales de dignidad y justicia ambiental. Estas manifestaciones trajeron como saldo un policía muerto por parte de los indígenas y más de una cincuentena de heridos y detenidos, todo esto acompañado del clásico actuar policial que torturó y hasta colgó de árboles a indígenas a modo de amedrentamiento. De estas manifestaciones también fueron parte movilizaciones llevadas a cabo por trabajadores de la empresa, que en su gran mayoría son parte de estos pueblos, exigiendo mejoras laborales, y demostrando también que el problema de la industria petrolera no tan sólo se trata de un tema ambiental.

Luego de 12 días de protesta y enfrentamiento, se suscribió un acuerdo -el “Acta de Dorissa”- entre diversas entidades del Estado, la empresa Pluspetrol y la Federación representativa de los Achuar del Río Corrientes (FECONACO). En el acuerdo se incluye la obligación de remediación ambiental y la reinyección de las aguas tóxicas de producción, así como también el reconocimiento de los derechos de los pueblos del Río Corrientes a la atención de salud, a la seguridad alimentaria y al monitoreo indígena independiente de las operaciones petroleras, entre otros temas.

Últimamente, la empresa petrolera estatal Perupetro, por medio de su presidente Daniel Saba, declaró a los medios que subastarán 12 nuevos lotes de territorio amazónico para la explotación de gas y petróleo, territorio que pertenece en gran parte a tribus del Perú aisladas voluntariamente, las cuales representan uno de los últimos grupos sobrevivientes del modo de vida cazador/recolector/nómade.

Ya para el 2008, un 75 % del Amazonas peruano había sido abierto a la exploración -más que en cualquier otro país amazónico- y había sido pasado a manos de empresas como Perenco, Repsol-YPF, Petrolífera, Pluspetrol y Petrobrás; éstos lugares aun están habitados por tribus sin contacto con la civilización.

Ante esto cabe preguntarnos: ¿Cuánto tiempo más habrá que esperar para ver qué ocurre con este tipo de accionar para con los ecosistemas? ¿Acaso ya no es suficiente con lo que han hecho el capital y el estado en estos territorios?
Podemos seguir jugando a reformistas, oyendo la palabrería de las clásicas ONG’s y organizaciones ambientalistas de carácter reformista, podemos seguir mirando tras las pantallas apretando el puño ante estos hechos, o podemos dar un paso más y hacer de esto una guerra por la sobrevivencia, donde los más fuertes y poderosos no sean los que ganen, sino los Libres y Salvajes.

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