Una noche cualquiera de un sábado cualquiera en los alrededores de París, una llamada banal denunciando el incendio intencionado de un vehículo (cerca de 40.000 coches arden cada año en Francia), una banda de jóvenes enmascarados apedreando y lanzando cócteles molotov contra la policía desplazada al lugar… El guión se ha representado cientos de veces en la agitada banlieue de la capital francesa. Sólo que el pasado sábado, en un barrio difícil de Les Mureaux, al noroeste de París, un tirador armado de un fusil de repetición comenzó a disparar contra los policías, armados únicamente con balas de goma y granadas lacrimógenas, con un resultado de diez agentes heridos leves. La ministra del Interior, Michèle Alliot-Marie, en visita a Les Mureaux, calificó el acto de “inadmisible”.
Esa misma madrugada, a 70 kilómetros de allí, en Montgeron, al sudeste de París, unos desconocidos dispararon con una escopeta de caza contra la comisaría de policía, donde dejaron hasta 150 impactos de pequeños plomos en la fachada del edificio. No hubo heridos.
Las causas directas de tales acciones de violencia parecen repetir también el manual. La muerte de una persona del barrio de Les Musiciens, muerto tras una persecución de coche por agentes de la brigada criminal (lo que ya había provocado diversos incidentes a lo largo de la semana y un primer policía herido por una bala de 12 mm.).
El suceso ilustra la escalada de violencia registrada desde hace año o año y medio en las barriadas marginales de las ciudades francesas, los llamados “barrios sensibles”. No es que hayan aumentado los recurrentes enfrentamientos con la policía, pero se han agravado considerablemente con la aparición regular de armas de fuego. “Se ha levantado un tabú”, apuntaba ayer en el diario Le Monde un investigador de la Subdirección de Información General (SDIG); “ha saltado un cerrojo psicológico”, comentaba otro responsable policial.
? El salto cualitativo de las piedras a las armas se dio en los disturbios de noviembre del 2007 en Villiers-le-Bel, al norte de la capital. La revuelta fue sofocada rápidamente con un despliegue policial impresionante -Nicolas Sarkozy, ya presidente, no quería que se repitiera el incendio social del otoño del 2005-, pero la policía salió de la experiencia gravemente preocupada: 70 de los 130 agentes heridos en los enfrentamientos lo fueron por arma de fuego, algunos seriamente.
Desde entonces, los disparos han empezado a hacer aparición de forma sistemática: en marzo del 2008, por ejemplo, cinco policías resultaron heridos por escopeta de caza en Viry-Châtillon y cuatro más sufrieron la misma suerte en el barrio de La Grande Borne, en Grigny. Las armas aparecieron también en los recientes disturbios en las islas antillanas de Guadalupe y Martinica. “No vamos a aceptar que nos disparen como a conejos”, ha advertido un dirigente sindical policial.
Texto original del peiodico La Vanguardia.