La Memoria como Arma. Escritos en memoria de la compañera Claudia López


¿Cúantos son los muertos que han caído producto de las balas y las armas de los defensores del orden existente? ¿Cúantos otros han elegido un camino cuya siguiente parada sea ésta? o ¿Cúantos más han muerto sin el llanto de sus seres queridos porque sencillamente no los tenían bajo el lodazal de la aberración social? Muchos, millones, incontables… Quizás una pregunta sin respuesta, ya que de nada nos sirve enumerarlas y darles un nombre a cada una de estas muertes, sin darse cuenta que ellas vienen engendradas por un sistema esclavista y criminal que intenta borrar cualquier atisbo de humanidad. ¿Por qué hablar de muertos cuando nuestros actos son para darle vida y continuidad a lo mas hermoso del vivir? Sencillamente porque la memoria y el recuerdo no pueden ir ligados a algo artificial (o superficial) sino a cosas tangibles, a la realidad pura en que vivimos. Es en este sentido, que nuestra memoria no es simplemente el recuerdo de viejas épocas, como batallas de guerra sino del más bello presente cargado de rebeldía indómita que destruye la amnesia social en la que vivimos. Esta es la única forma de romper el aislamiento, el olvido al que nos obligan y brindarles la exquisitez de la rebelión. Y aún me pregunto, ¿Cúantos muertos son? o mejor dicho ¿Cúantos más serán?…

La memoria histórica no sirve de nada si no va cargada de un componente directo que enfrente la autoridad de nuestro tiempo, si se eleva ante todo la imagen más que los actos y su contenido, si se relega el recuerdo a un minúsculo ghetto de amigos y conocedores, en definitiva: si ésta no ataca la realidad concreta, esa que intentan maquillar con docilidades y “hacernos creer que éste es el mejor de los mundos posibles”, pero ¡no! somos hijos rebeldes y subversivos.

Han pasado casi 13 años desde que un 11 de Septiembre de 1998 caíste bajo las balas policiales mientras combatías en una de la tantas barricadas que aquella noche ardian como lo hacen hoy nuestros corazones. Caíste en tu última danza de guerra, aquella que brillará para siempre en el recuerdo de quienes tomamos tu vida como un ejemplo de combate en el presente. Ni mártir ni martirilogio; simplemente reproducción y contagio de lo más hermoso (y duro) del combate. Jamás heroína, simplemente una de las tantas (y tantos) que sacaron las lecciones más duras de la historia: asumir su responsabilidad dentro del espectáculo estatal y combatirlo hasta las últimas consecuencias.”

Sacado de Rojoscuro

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