” El ambiente dentro de los muros constituye una bomba de relojería con los seguros desbloqueados constantemente lista para estallar. La continua presión psicológica que padece cada uno a nivel particular proveniente de las condiciones de encierro puede – cuando no estalla entre los mismos presos o cuando no se descomprime autodestructivamente por medio de la heroína y los psicofármacos – convertirse en una fuerza destructiva con unos resultados nada deseados para el poder ( las cárceles se han quemado hasta sus cimientos por motivos aparentemente insignificantes). Para el mantenimiento del frágil orden dentro de estas condiciones, la tolerancia cero frente a cada tipo de rebeldía es necesaria – naturalmente combinado con los diferentes tipos de válvulas de descompresión-. “