“En la prisión el encerrado deja de vivir, simplemente sobrevive. Cada uno monta su propio molde, su encaje, se está refugiando dentro de unas conductas y reacciones estandarizadas. Encuentra su refugio en una rutina y se cierra en sí mismo para seguir. El que busca la conceptual lima para fugarse hacia la libertad espiritual, el que no acepta que la vida verdadera es la celda y la cárcel es su hogar, el que enciende el pensamiento analítico es “el afortunado”. El que no descubra o no tiene paciencia para saborear a estos lujos, sea por una u otra razón, es simplemente un número más, un disperso expediente más que yace sobre una cama de hierro en su celda. Un número menos y no pasa nada. Además, para el sistema del castigo los presos no han nacido, sino han brotado y así como brotaron serán arrancados.”