“Conmemorando un año más del asesinato de Alex Lemun, se convoca una manifestación en apoyo a los presos, la autonomia de las comunidades en conflicto y contra la militarización en el territorio mapuche en pza los heroes, esta es disuelta rápidamente por la policía estallando los disturbios en distintas partes de la Alameda. A eso de las 9:30 el punto de reagrupación fue al frente de Estación Central, se montan barricadas con unos latones propiedad del centro comercial y la guardia privada y municipal saltan al asecho contra los protagonistas de los disturbios. Alrededor de 30 ó más “uniformados” dan inicio a la cacería ciudadana, los guardias desenfundan sus armas y arremeten una y otra vez contra los cuerpos que logran alcanzar para llevarlos a una jaula, la cual tardarían tiempo en limpiar de las manchas de sangre, afuera de la jaula compañeros y anónimos solidarizan registrándose nuevos detenidos…aca algunas reflexiones”
Son esos breves segundos, el suelo, las barricadas desarmadas, la jauría sueldo y la inmediata (quizás “estupida”) reacción: La solidaridad inherente a quienes están contra la autoridad, sin ser pensada, racionalizada, esa solidaridad que estalla en el corazón y te hace defender con lo que tengas a mano a cómplices desconocidos que se encuentran recibiendo la ira de quienes mantienen la tranquilidad del consumo con golpes.
El olor y sabor a sangre inundan el entorno, quizás menos que en Temucuicui, Choke o Lleu Lleu ó igual que en cualquier “cuarto de guardia” de los supermercados ó calabozos de la policía. Los golpes se repiten irrepetibles veces y los insultos argumentan su miserable venganza mientras maniatados solo podemos recibir y observar como se rompe lo que hace solo segundos era la continuidad de tu cuerpo.
Pero la solidaridad también se convierte en una palmoteada en la espalda y hace titubear a los -entonces- verdugos que tan seguros se veían hace unos minutos. Los golpes y gritos contra el “centro de retención y tortura” dispuesto a un lado de las vitrinas y demases restaurant de comida rápida vuelven a llevar detenciones, esta vez por las Fuerzas Especiales. La solidaridad volvía a ser la opción menos lógica en la sociedad de la cobardía y el bienestar individual. Comerciantes ambulantes encuentran el momento propicio para devolver algo del cotidiano terror y hostigamiento, no quedaron indiferentes ante los bastones retractiles bañados en sangre.
Pero como sacar esto de una mera anécdota?¿Como no normalizar los perdigones en el sur?¿Las pateaduras a quienes expropian en el super?¿La muerte de compas?¿el paso del tiempo sin Alex, Matias, el punky Mauri, la Claudita, el Jhonny? la represión hecha carne y sangre…sobre todo sangre, mucha sangre.
Son estas fuerzas represivas “Privadas” o Municipales tan enemigas como las publicas y policiales, a muchos ya no nos queda duda alguna. Ellos no tendrán ningún miramiento con nosotros y nosotros tampoco deberíamos tenerlo contra ellos.
Miserables seres humanos que decidieron dedicarle la vida a cuidar los privilegios de los poderosos, quienes son capaces de arriesgar sus insignificantes vidas por que el consumo siga su curso ó defender la tranquilidad de su patrón particular.
Los prisioneros políticos Cristian Otero, Pablo Carvajal, Matías Castro, el primero detenido y los últimos delatados por guardias privados de distintas universidades en jornadas de enfrentamiento, lo saben muy bien. La autoridad no es solo el estado abstracto o la caricatura del policía fascista, es la reproducción de la ideología a fuerza de golpes que genera este macabro sistema, donde muchachitos se sienten importantes por enfundarse en un uniforme y vigilar los posibles sospechosos. El debate ciudadano podría girar- y con fundamentadas razones- en las atribuciones y capacitación de estos guardias.
Pero desde la revuelta, bien lejos de esas posturas, solo queda convencerse y no confiar ante la intermitente “neutralidad” de guardias privados o municipales, quienes vengan a balbucear sobre lo proletario o lumpen (para quienes endiosan ambos estratos sociales), solo reproducen la autoridad y el entramado que conforman las fuerzas represivas tanto ciudadanas como las de uniformes, ambas manchados literalmente de sangre.
Luego la madrugada, los ojos cansados de la luz contra el calabozo y el cuerpo enrarecido por las “caricias” de la represion, sus caras, nuestras caras, abrazos siempre dignos para los que están y quienes no están …y en nuestra memoria activa todxs nuestrxs muertxs, la sangre se seca, las heridas se curan (Aunque vaya que van a demorar algunas), los moretones desaparecen, pero nuestra conviccion de guerra a la autoridad sigue incandecente y siempre sin miedo a la lucha!
“Pero es hora de que sepan que no hay ley que respetemos, que si hay que pelear atacaremos sus cuellos, que si hay que enfrentarse mataremos a sus perros, que si hay que morir, morirán ellos primero. Y mi canto no es de llanto y mi canto no es protesta, que este canto que yo canto es un canto de pelea” Mauricio Morales, Punky Mauri.
Fotos por Our War, aquí.