Cuando tus “compañer@s” son cómplices de la represión


Enviado por anonimxs.

contrainformacionDesde hace algún tiempo se viene observando cómo, en la península ibérica, en los llamados “medios de contra-información”, o “medios de comunicación ‘alternativos’”, fundamentalmente en aquellos presentados en formato telemático, se está produciendo un escandaloso silenciamiento de algunas prácticas, acciones, etc. Se llega a unos niveles tales, que ya no sólo no se publican determinadas noticias, sino que ni siquiera comentarios (en las webs que, obviamente, tengan habilitada tal función) sobre determinadas noticias -que rápidamente son retirados-, y en algunos casos, incluso si ciertas reivindicaciones llegaran a colarse de alguna manera en las páginas webs son directamente suprimidas. En muchas publicaciones impresas está ocurriendo lo mismo: silencio.

No se pretende demonizar a estas webs, publicaciones, y demás, ni zanjar el asunto diciendo lo malas que son y lo buen@s que son l@s anunciantes agraviad@s o sus prácticas; se es consciente de los problemas, vicisitudes y en muchos casos marrones, que atraviesan tales medios. Pero sí que es necesario una crítica a estos medios, un “tirón de orejas”, y también una severa crítica a todo el “movimiento” del que son portavoces (criticar únicamente a estos medios sería en el fondo como matar al mensajero, cuando la base del asunto es claramente colectiva y no sólo achacable a tal o cual web o publicación, aunque a veces también).

Desde hace unos cuantos meses, bastantes, se viene produciendo una práctica bastante dañina. Se silencian ciertos sucesos que algunas personas quieren hacer públicos de una forma anónima a través de los medios de difusión de los que el batiburrillo antagonista/anárquico/anti-autoritario se dota. Así pues sucede que si el objeto de difusión son determinadas prácticas como comedores, fiestas, manifestaciones-concentraciones, charlas y demás, no suele haber mucho problema en la mayoría de los medios (aunque en algunos parece que sólo se den cabida a las actividades de sus amig@s). Ahora bien, si nos alejamos de estas prácticas, y nos adentramos en otras como sabotajes, fundamentalmente si se utilizan artefactos explosivos, la cosa cambia sustancialmente. Da la sensación de que si ciertos sucesos no vienen de países como Grecia, no tienen cabida. En un primer momento se publicaban sólo unas prácticas determinadas ocurridas en otros países, pero llegado el momento, ni tan siquiera sucede ya esto. Parece que no se quiere saber nada de ciertas prácticas cuando éstas ocurren en el territorio que lleva el nombre oficial de “España”, y muchas veces ya ni siquiera se quiere saber ni tan siquiera cuando ocurren fuera.

El proceso fue gradual, y lentamente se fue apoderando de los “medios antagonistas”, hasta tal punto que daba la sensación de que aquí, en este estado, se entiende, no ocurría nada de nada. Como las acciones a las que nos referimos son diversas, al principio sí se publicaban algunas acciones de las que se suelen catalogar como “modestas” o de “baja intensidad” (catalogación que no es la dada por l@s anónim@s espectros que redactan estas líneas). Así parece que se instauró un límite bien claro: cristales rotos, pegamento, y, muy ocasionalmente (dependiendo de contextos, ciudades, etc.), tal vez cócteles molotov, se publicaban, pero si se traspasaba esa línea, es decir si se pasaba del cóctel a cualquier tipo de artefacto… silencio. La situación ha llegado a tal punto que muchos medios ni siquiera publican ya este tipo de sucesos más “modestos”, por no hablar de los otros, menos “modestos”, ni aunque sean recogidos por otros medios anteriormente a su vez; es más, muchas veces ni aunque hayan sido los mass-media los que se hayan hecho eco de la noticia… nuevamente el silencio. Y es que parece ser que de determinadas cosas no se puede hablar ni tan siquiera.

Silenciar tales prácticas, sobre todo de manera sistemática y generalizada supone aislar ciertas prácticas y a sus defensor@s y, valga la redundancia, practicantes. Ya se ha explicado antes que no es cuestión de centrarse en unos medios en particular, y se es consciente de que muchas veces para abrir webs, y demás, se requiere precisar de los datos personales de sus creador@s, con todo lo que eso pueda implicar, y de que muchas otras veces las publicaciones son investigadas judicialmente –policialmente, siempre se investiga-, cuando no directamente sancionadas (lo cual nos llevaría a preguntarnos ¿antes de abrir un medio nos pensamos dos veces lo que va a suponer?, pero ese es otro tema). Lo más terrible de todo no es que tal o cual medio no haya recogido tal o cual acto, sino que esto sucede en el 95% de los medios,… por no mencionar la actitud de la gente: tal cosa está mal vista, tal otra no, cuando sucede tal cosa se comenta, cuando sucede tal otra no se habla (y eso en el mejor de los casos, pues en el peor comienzan los rumores, las especulaciones, las preguntas, las quinielas…). Estos hechos son horribles porque sugieren el miedo colectivo a la tan cacareada y en desuso “guerra social” (o si se prefiere el nuevo y posmoderno término de “lucha contra el sistema” o incluso el apestoso y socialdemócrata “proceso de transformación social”).

Silenciar algo significa, entre otras cosas, cortar de raíz la posibilidad de que pueda ser conocido y de que se pueda extender (siempre hablamos de posibilidad, que la realidad está un poquito alejada de que tales prácticas se extiendan, al menos aquí, al menos ahora), algo normal en los medios del Poder (silenciar, tapar, y cuando no se puede distorsionar, manipular y/o ridiculizar, sino todo a la vez), pero totalmente inadmisible en los “portavoces de la revolución/insurgencia”. ¡Ni el sistema lo haría mejor! Ahora resulta que no sólo estamos rodeados de policías alternativos/rebeldes/antagonistas/revolucionarios, sino que quien no lo es se está convirtiendo en bombero. “Policía para qué, si tenemos al PC” se gritaba en una época.

Es patético como ante determinadas situaciones el supuesto “movimiento” anárquico/anti-autoritario del “Estado español”, en lugar de cerrar filas, de sentir cada acción como propia o cada ataque recibido como un ataque a todo su conjunto, mira para otro lado cuando no directamente echa mierda sobre ciertas prácticas y quienes las llevan cabo o las defienden al menos. Luego la propaganda y el discurso rebosa violencia, pero ya es sabido que las palabras se las lleva el viento.

Hay otros lugares en los que, si bien mucha gente no participa por determinadas razones en ciertas prácticas, al menos no tienen problema en difundirlas. No sabemos si es que aquí nos han dado mucho, o si es que no nos han dado lo suficiente,… a este paso tal vez nunca lo sepamos.

Y es que, un problema que no es superficial y que determina el cómo están las cosas es la ausencia de un debate, de una cultura sobre la práctica subversiva: hablar en abstracto sin señalar a nadie ni apuntar, sobre nuestros procedimientos y sus consecuencias..

Volvemos a reiterar que el problema es colectivo, y que las actuaciones de los medios son sólo un mero reflejo de lo que hay, más allá de las numerosas críticas que se le pueden hacer a las publicaciones y a internet (y que ahora nos ahorraremos por falta de espacio y tiempo), y a su uso acrítico y estúpido, por no decir simplemente a su uso, pero eso es harina de otro costal.

Y es que se dan situaciones dentro del “gueto” tan ridículas como aceptar las acciones de las que hablamos sólo si tienen un contexto “social” (es decir, si están en el marco de determinadas campañas de esas que teóricamente afectan a y son extensibles entre la población –pero que nunca se extienden y no parece que afecten tanto– o a un sector concreto de ella) y si además, rizando el rizo, se realizan de determinada manera: así pues si tenemos unos cócteles molotov en el perímetro de una inmobiliaria, y en el marco de un determinado plan urbanístico, está menos mal visto que si tenemos un artefacto o algún tipo de dispositivo mecánico, químico o eléctrico en casi cualquier otro lugar y (aparentemente) porque sí. Ni que decir tiene que si en lugar de botellas hablamos de pintadas, de carteles o de alguien colgado de algún lugar con prensa alrededor, mucho mejor, dónde va a parar. Tal es el esperpento en el que vive “nuestro” “movimiento”.

Pero en fin, ya nos hemos extendido demasiado y tampoco queremos, al menos de momento, hacer un escarnio entre la “peñita”, tan sólo queríamos, por el momento, sacar los colores al personal y animar a una reflexión colectiva sobre unos acontecimiento tan graves. Y son graves porque el silencio, y sobre todo el hecho de silenciar, es un acto execrable que va de la mano de la represión: silencio, disociación y aislamiento allanan el camino de la bestia ¿queréis ser cómplices?

Mientras esperamos que se abra la discusión, seguiremos adelante. Viva la Anarquía.

PS.- aunque últimamente algunos medios han reflejado algunas acciones, nos parece a todas luces insuficiente, más bien anecdótico, y no invalida el análisis aquí expuesto.

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