“Entre cinco asquerosos ratis me separaron de mi madre, secuestrándome y llevándome a una cárcel llamada Hogar de Menores “Arrullo”, donde me llenaron de relleno, me dieron químicos y no me dejaban ver a mi mamá y papá.”
Nota por LT: Fenix es un niño que fue secuestrado por la policía desde las manos de su papá y mamá. ¿La causa? Negarse a que el bebe fuera inscrito en el registro y a la medicina tradicional, esa que aniquila al ser humano y lo debilita haciendolo dependiente de farmacos y drogas. Su madre y padre decidieron no vacunarlo y no someterlo a la normalización y cuantificación de este sistema. Fenix hoy, en complicidad de quienes lo trajeron a la vida, esta lejos de las garras y del control de la civilización.
Desde este sitio afín a la vida silvestre, al cuidado incivilizado del cuerpo y en guerra cotidiana al dominio, queremos enviar un calido saludo de ánimo a esa valiente manada que reupero a su cachorro y no se dejó intimidar.
Nací a las nueve de la noche, un día domingo de cuarto creciente en Punta Parra, en una casita junto al mar que habían reconstruido mi mamá y papá cuatro meses antes, y que eligieron para que fuese el lugar de mi bienvenida. Ese día llegó y habían varios amigos y amigas esperándome, todo resultó como esperábamos. Intenso, pero feliz.
Esa noche dormí junto a mi papa y mamá en la más absoluta tranquilidad, pero esa paz no duró mucho. A la noche siguiente llegaron los papás de mi mamá junto a dos yutas y muchos pacos a llevarnos a la fuerza al hospital ya que mi abuelo, que era un marino, les dio la orden a los pacos que tenían grados menores que él… Me secuestraron por orden de una jueza y me tuvieron cuatro días en ese lugar frio y lleno de gente enferma. La orden decía que debía permanecer ahí, hasta que fuera inscrito en el registro civil, obligándome a formar parte de esta mierda de estado chileno. Me convertí en un número para ellos. Pero eso no les bastó, la persecución siguió con el fin de obligarme a introducirme Timerosal, Etilmercurio, Aluminio y un montón de otras mierdas innecesarias y tóxicas para mi cuerpo llamadas “Plan Nacional de Inmunización”, o vacunas del estado, obligatorias para la gente pobre, pero con alternativas sin mercurio en clínicas para los burguesitos.
Esta persecución en contra mía se intensificó, mi mamá y papá estuvieron alrededor de 8 meses en juicios para defender nuestra postura, con argumentos sólidos, al contrario de la fiscalía que demostró total ignorancia en el tema, solo apelando al cumplimiento y sometimiento de lo establecido. Sin importar esto y apegada a su moral fascista, la jueza sentenció la obligación: vacunarme con uso de la fuerza pública si nos negábamos.
Nos fuimos de nuestra casa, y a los dos días llegó la PDI con orden de llevarme y de allanar la casa si no estábamos, y así fue, irrumpieron violentamente en nuestra casa y de nuestros vecinos que no tenían nada que ver con este asunto. Nosotrxs nos habíamos ido a un lugar cercano y tranquilo con la confianza de que no nos encontrarían, pero ocurrió algo inesperado: mi mama recibió un llamado de una prima de lejos diciéndole que llegaba al otro día a Conce y que se juntaran en el terminal… mi mamá y yo fuimos a recibir a su prima querida pero cuando llegamos al terminal no estaba ninguna prima, sino la PDI esperándola con una foto de nosotrxs. Entre cinco asquerosos ratis me separaron de mi madre, secuestrándome y llevándome a una cárcel llamada Hogar de Menores “Arrullo”, donde me llenaron de relleno, me dieron químicos y no me dejaban ver a mi mamá y papá.
Estuve una semana y media llorando, esperando salir de ahí, a mis papás les habían dicho que después del juicio podíamos estar juntos. Nada más falso. La jueza sentencio que debía permanecer por tres semanas más hasta una nueva audiencia donde se decidiría si yo volvía con mi papá y mamá o con mis abuelxs, que se habían coludido con la policía y el tribunal. Permanecí unos días más en los cuales siguieron con la misma rutina de mierda, y además me enfermé, lógicamente por el contacto con los demás niños enfermos del “hogar”, además de la presión psicológica que significaba estar alejado de mis padres.
Entonces ya no se podía esperar más y el 14 de febrero al medio día y en sus propias narices fui rescatado y me fugué en busca de mi única alternativa que me permitiera ser libre: la clandestinidad. Pero con la certeza que esto no termina acá. Seguirán buscándome, habrán muchas batallas, hay muchxs niñxs que se fugarán de sus cárceles o que serán rescatadxs.
Yo por mi parte nací libre y nada impedirá que lo siga siendo.
Fenix Lafken, 6 meses de edad.