Nota por LT: Tras leer las reflexiones que la compañera expone, expresamos nuestro apoyo hacia ella y sus planteamientos. Frente al texto “aportes y criticas…” de Comandos Insurreccionalistas, el cual leímos cuando fue publicado, notando inmediatamente que no compartiamos gran parte de lo que sostiene, como la visión de lo que aporta o no en la lucha, segun sus redactorxs. Así como los puntos donde se lanzan opiniones (lejanas a cualquier compañerismo) sobre compas represaliadxs, de quienes no mencionan nombres pero queda claro a quienes se refieren, estos dichos cargados de arrogancia los rechazamos. Por estos y más puntos de ese texto es que no lo difundimos en el sitio.
Nos referimos a esto ahora y brevemente porque tiene directa relación con lo que se expone en el analisis que sigue y por la necesidad que vemos en definir públicamente nuestra postura.
————————
Leer en PDF
————————
La necesaria confrontación de ideas. Sin aplausos, pero sin silencios.
Lamento “integrarme” tarde al intercambio de ideas, quisiera haberme pronunciado antes, pero los días son todo, menos sinónimo de facilidad.
Parece ser que el tema al que hago alusión en este escrito ha pasado al olvido en la vorágine de internet, aún así, creo que hay mucho que tensionar.
Siempre he creído que la discusión depura las ideas y afirma las prácticas, invariablemente nos hace crecer. Desarrolla la inteligencia, potencia, en muchos casos, la humildad y fortifica nuestros valores. La discusión proyecta la lucha, así lo veo yo. En ese sentido es claro, lo considero un proceso beneficioso.
Pero hay códigos mínimos, diría básicos, que diferencian una discusión (aún la más fuerte) de un misil de excremento. La mierda, convertida a palabras más o menos sociológicas, no sirve ni aporta, pues solo persigue la auto flagelación, el abucheo general y/o la auto-afirmación de la sonrisa soberbia.
Recibir aquello no es grato y unx tiene varios caminos: guardar silencio, mostrar los dientes, moverse entre murmullos o responder.
Son tiempos difíciles y algunxs debemos aprender a sopesar el grado de incómoda exposición en la que nos deja el poder, con una estela de notoriedad que ningunx luchadorx busca o anhela, pues mas bien es una especie de castigo con el que desde las cúpulas de los poderosos se pretende coartar nuestros pasos y reflexiones.
Y esa exposición, que ya es indeseable, aumenta hasta límites groseros al tomar el guante y responder a una suerte de emplazamiento-insulto de un supuesto grupo de acción, Los Comandos Insurreccionalistas, que habla al parecer sin tomar el peso a las palabras y sin comprender los diversos escenarios que se atraviesan.
Quizá cegados por la soberbia totalizan la lucha a la táctica que en particular eligieron. Quizá no hubo mala intensión en sus palabras, quizá no midieron bajo el prisma del compañerismo mínimo aquello que expresan en desorden, quizá mil dardos se están entrecruzando, quizá mil cosas que no tengo por qué adivinar. Me quedo con los hechos y aún cuando arriesgo mucho, doy voz a las ideas que se originan tras la lectura del texto.
Hay una situación de desmedro evidente que intento balancear, pero claramente el asunto me es complejo, pues tengo los focos escrutadores encima y mis palabras son ligadas a una persona en concreto. Soy perfectamente consciente de las implicancias que ello pueda acarrear y lo asumo, sin lamentación.
Como ya dije, no es grato recibir tal cantidad de palabras cargadas de odiosidad, menosprecio y soberbia. Podría simplemente dejar pasar aquello o buscar la fácil salida de pensar que quienes escribieron este texto no son otra cosa que agentes de las fuerzas de orden (la siempre mal llamada inteligencia). La fuerte carga de provocación que las ideas del texto demuestran, nos lleva a preguntarnos “¿quien escribió esto?”… y de seguro, algunxs pensaron en la represión.
Pero yo elijo creer que es un texto que sale desde las entrañas de algunos compañerxs, profundamente confundidxs, pero no agentes de la represión. Es un buen ejercicio de paso, para demostrar que homogeneidad en cuanto a las ideas/prácticas de libertad no ha existido nunca.
Puede que me equivoque, es un riesgo. Como sea, mi decisión de creer que no son parte de la represión, me lleva a no mostrar los dientes y a tampoco moverme entre susurros. Pero claramente creo que hay que ser menos condescendiente que quienes ya se han referido a este escrito.
Por otra parte me parece que hay que reflexionar ¿a quiénes sirve el escrito de Los Comandos?, según mi análisis, solo saca aplausos entre quienes reciben un sueldo por neutralizarnos, entre quienes se han acomodado en la tribuna del espectador de los conflictos y muy claramente entre quienes siempre han detestado a lxs que no aceptan integrar ninguna corte de aduladorxs.
Como me resulta tan odioso otorgarle satisfacción al enemigo, me bebo el trago amargo de los insultos y me centro en lo planteado, es un esfuerzo, pero creo que es necesario hacerlo, en función de un objetivo mayor: depurar las ideas de confrontación al poder.
No niego que es tentador responder en el mismo tono que recibí y de paso así, sacar las garras hacia todos los sectores que sonrieron complacidos ante el gesto del texto. Pero aquello a la larga, solo beneficiará a los mercenarios del poder y a la consolidación de la cultura de los poderosos.
Así entonces y limpiándome el escupo de la cara, creo que hay asuntos de fondo que analizar.
Aclaro que no busco entrar en un diálogo con quienes escribieron el texto, no me interesa y de ninguna manera me beneficia, tampoco pretendo utilizar este espacio para simplemente lanzar bravuconadas (de eso ya ha habido bastante), ya lo he dicho y lo recalco, quiero centrarme en las ideas. Tengo que citar el texto o a quienes lo escribieron como punto de despegue y en ningún caso como forma de exponer a sus autorxs.
El escrito de Los Comandos Insurreccionalistas -según sus propias palabras- pretende marcar una distancia sobre un texto que escribí en enero de 2012, con motivo del 10° aniversario del CSO Sacco y Vanzetti.
Parten entonces con los dardos de “egos personales y auto complacencia”, para terminar abriéndose paso con prácticamente toda la gama de epítetos que pretendían sepultar no solo lo que estaba planteando con motivo del aniversario, sino mas bien, deslegitimar y derechamente pisotear lo que fue un espacio de lucha, utilizando por lo demás elementos muy sensibles. Lo singular es que creo que a partir de un texto puntual pasan a hacer un emplazamiento mayor, que no es ya de forma, sino derechamente de contenidos, eso es lo mas serio a mi modo de ver.
Hay dos cosas si con las que estoy de acuerdo, que se está vaciando de contenido la lucha en el territorio dominado por el estado chileno y que por otro lado hay una fuerte carga de vanidad, egos y ansias de poder involucrados, pero la ironía está en que aquello no se encuentra hacia donde Los Comandos disparan.
Más bien creo que las “vacas sagradas” que apuntan y menosprecian otros procesos de lucha, otras herramientas de la confrontación y se muestran odiosamente insolidarias, permanecieron a salvo de tanta vehemencia puesta en el escrito. A la par, quienes desfilan con medallas de batallas imaginarias, disfrutando de la cómoda vida de darle la espalda a lxs compañerxs deben haber aplaudido a raudales con un escrito que para tocar temas complejos, decide utilizar la misma figura que utilizó la prensa, las fuerzas represivas y los sectores reformistas, esto es, una okupación en particular. Es la amarga ironía después de todo.
Quizás sea necesario aclarar que es la forzosa lejanía de mi entorno lo que motiva mi escritura frente al 10° aniversario desde el surgimiento de un espacio que aportó a un proceso de lucha. Esa fecha en el calendario genera en mí sentimientos encontrados, precisamente por el escenario particular que hoy me toca atravesar, por ello decidí escribir. No por ansias de figuración (como torpemente algunxs podrán pensar), sino más bien por una necesidad de compartir ciertas ideas superando una situación de aislamiento y sobre todo, poner en colectivo como fueron dándose ciertas dinámicas y se asumieron posiciones de confrontación. Un proceso que sigo considerando que puede nutrir a otrxs anónimxs compañerxs.
Si mi vida no hubiese recibido la condena y su correspondiente judicial modificación, habría alzado la voz de otra manera para recordar una fecha sensible y no a través de un texto firmado de puño y letra. No me agrada esta exposición ni notoriedad, pero intento desenvolverme en este escenario particular de la mejor forma posible y siempre acorde a la altura de las circunstancias. Si alguien no lo comprende, no niego que sea desgastante, pero lo aclararé las veces que haga falta.
Por lo demás, no acepto el chantaje ni desde el Estado, ni desde quienes dicen oponerse a su dominio. Si alzar la voz se asocia a “buscar protagonismo” entonces entramos a un punto de no retorno hacia la degradación de la lucha, en donde más valen las estatuas mudas que los gestos de insumisión concretos. Aquello a la larga termina por acrecentar el aislamiento tanto de lxs compañerxs prisionerxs, como de quienes deciden emprender una huida.
Desde uno y otro lado, las Okupaciones en el ojo del huracán.
El texto de Los Comandos acusa abiertamente a “las” okupaciones de un intento por monopolizar la lucha. Partiendo de la base de que todas las okupaciones tienen las mismas tendencias, inquietudes, prioridades, proyecciones y actividades; en un abierto desconocimiento de lo que es la realidad particular y dispar de cada espacio. De la misma forma apresurada, señala a “sus representantes” de considerarse la totalidad de la lucha.
Pues leo y releo lo escrito para el aniversario de la Sacco y no logro encontrar una sola idea planteada, aún entre líneas, que afirme que el acto de okupar es la totalidad de la lucha, el podio supremo o algún disparate semejante. No lo ha planteado nadie, ni otrxs compañerxs, ni yo, ni en estos meses posteriores al gran teatro represivo, ni cuando las aguas estaban en completa turbulencia. Y está claro, no lo ha planteado nadie porque nadie lo cree así.
Quizá el punto más gráfico donde aquello quede de manifiesto, puede encontrarse en el texto escrito por el CSO Sacco y Vanzetti, con posterioridad al funeral de Mauri. Ese escrito aún respirando por la herida, intenta levantar la cabeza y proyectar el camino, haciéndose cargo abiertamente del hecho innegable de que la lucha se compone de una variedad diferente de herramientas y senderos. No existe “un” camino que la encarne en exclusiva totalidad. Por ello aún en medio de la vorágine tanto policial como periodística, salimos a solidarizar intentando aminorar alguna nefasta actitud de condena (entre anárquicxs) hacia quienes transitan por senderos ilegalistas. Invito entonces a la memoria, para despejar el panorama de gratuitas y fáciles descalificaciones.
Por otra parte, resultaría bueno aclarar un par de puntos que parecen estar confundiéndose entre tanta verborrea de palabras. La okupación no es un movimiento -ni pretende serlo- muy por el contrario es una práctica, una herramienta concreta que las personas utilizan por razones muy diversas. La argumentación que den a esa herramienta variará dependiendo del espacio en concreto, de la historia y camino que haya recorrido y claramente, lo que busque como objetivo dependerá por completo a esa argumentación. Pero eso si, hay una constante entre las okupaciones y es que no tienen “representantes” como tan odiosa y despectivamente lo señala el texto desde su sitial.
Otro punto complejo es aquel que dice relación con la necesidad de romper estereotipos de punk y okupa que “nos pintan la cara para que nuestros enemigos nos reconozcan”, cómo fórmula de evadir aquello plantean que la renuncia del ego pasa por ser anónimx. Así, con este análisis llegamos a una reducción, “luchar” termina siendo una táctica en particular, bajo esa mirada, cualquiera que no utilice determinado camino, simplemente no estaría luchando.
Orientar el esfuerzo hacia una labor “abierta” pasaría de pronto a ser un sinónimo de ansias de figuración, convocar a un actividad, juntar dinero, levantar un espacio de encuentro antiautoritario, entrar a una visita de unx compañerx prisionerx (y por ende salir del “anonimato” frente al poder), asistir a una audiencia de algún gran teatro represivo, convocar y asistir a un foro, convocar y asistir a una marcha o mitting, entrar las encomiendas, participar de alguna toma ya sea de un edificio público o de una embajada, en fin, participar de cualquier actividad que ponga nuestra identidad en una carpeta represiva pasa de forma automática -según este texto- a no solo carecer de cualquier aporte, sino que también a constituir una especie de simple alimento para el ego personal, porque nada vale más que ser (ilusamente) anónimx.
… Lo irónico es que estas ideas vienen planteadas en un texto que supuestamente critica el ego y el intento de totalizar el escenario de conflicto.
Por otra parte, no logro comprender que es un “estereotipo okupa” o mejor dicho, quién los inventa, quién los nombra o denomina?, unx compañerx?, para mi es evidente que no… Hay una odiosidad y un desprecio insoportable en plantear el asunto de esta manera tan simplista.
Entre lxs compañerxs hay prácticas, hay costumbres, los “estereotipos” se desprenden desde la mirada escrutadora del poder, que insiste en categorizaciones y construcciones de personajes a raíz de prácticas concretas. Prácticas que surgen sin el interés de integrar ni un guión, ni una fórmula matemática que pueda ser llevada a un laboratorio, que luego ocurra por la labor represiva es otra cosa.
En ese sentido los perfiles, los estereotipos son caricaturizaciones que establecen los perseguidores en un intento tanto por criminalizar y neutralizar, como por recuperar propuestas para hacerlas inofensivas, ello ocurre tanto con el punk, las okupaciones y claramente el/la guerrillerx, para luego ser promovidos desde “los escaparates del capitalismo”.
Dónde haya una práctica rebelde, habrá un intento del poder por reducirla, por volverla una oferta más del mundo del espectáculo, convirtiéndola así en un “estereotipo”, en una caricatura. Por ende plantear que es desde los escenarios de conflicto donde se adscribe a un “estereotipo” o a un molde me resulta un disparate, que aparte de menospreciar, solo busca homogeneizar el camino, con una ridícula creencia de que todxs los demás son una moda, un estereotipo, una caricatura, menos ellxs desde su supuesta mimetización con el ciudadano promedio. Es creer por lo demás que existe una suerte de uniforme (en este caso) okupa, en donde todxs quienes viven en una okupación serían iguales, como fotocopias unxs de otrxs… no me impresiona que lo describa así de estúpido la prensa sensacionalista, pero si me extraña sobre manera que sea de supuestos sectores disidentes.
Lo que puede haber partido como un caso puntual, una costumbre o un gusto personal, termina siendo construido, re-leído por el poder como una categorización a neutralizar, en ese sentido, deconstruir ese rol, es un proceso mucho más complejo que simplemente no llevar el pelo de determinada manera o vestirse con determinados colores. No entenderlo podría llegar a difundir el superfluo análisis de creer que para salvarse del engranaje represivo, basta simplemente con llevar un peinado particular, una moda de grandes tiendas y una apariencia específica. La historia demuestra que no es así, por ello es tan complejo reducir el análisis y volver como propias las teorías policiales.
Para mi que cada cual se vista como quiera, lleve el pelo como le plazca, pero que tenga siempre claro que lo hace porque le agrada, pues aquello no es ni el punto de partida, ni la cúspide de una práctica de rebeldía y por supuesto que no tome jamás sus gustos particulares como un barómetro de la afinidad. Pues tan ridículo como considerar que alguien no es compañerx porque no se viste con parches, es creer que no lo es porque los trae puestos. Esa reducción es una estupidez.
Una cosa es clara, que cada unx siempre haga el análisis del camino que transita, como así mismo los objetivos perseguidos y las consecuencias posibles, en resumen que exista una coherencia entre medios y fines, entre tácticas y estrategias, sin regalarse producto de una mirada superflua.
Con ese análisis hecho y sopesados los riesgos, beneficios, aportes o desaciertos, si unx compañerx está dispuesto a transitar por tal o cual sendero, es su decisión, lo importante es que ese proceso crítico-autocrítico haya existido en realidad, para que luego no sean los hechos quienes nos sorprendan.
Juicios y sentencias extra judiciales.
Sin duda me causa asombro que desde la jerga antiautoritaria se realice un abierto emplazamiento a que unx (y en específico un colectivo concreto) rebele en que ha participado o no, es un asunto que raya en la demencia o que busca arrinconarnos contra una pared de interrogatorio.
“¿Cuántos de estos ocupas atacaron y vulneraron la paz y la seguridad de los ricos en sus barrios sepulcrales?”, quizá la rapidez de disparar insultos gratuitos termina hilvanando tamañas incoherencias.
Si alguien considera que lxs compañerxs no tienen valor en la medida que no posean materiales determinados y por ello emplaza a que se esclarezca en que se ha participado o no, he ahí el vacío de contenidos, aplastado tras una lógica militarista que termina irrefrenablemente por destruir los puentes y cercar el camino, pero no hacia la represión, sino que hacia lxs compañerxs mismxs.
Y en la misma senda militarista, acarrea una insoportable jerarquización de los diferentes senderos de lucha, en donde solo uno tiene ya no solo valor, sino que también sincero deseo por contribuir a la liberación. Todo lo demás no sirve, no aporta y peor aún, no es un acto de lucha, porque simplemente es una posición personal para incrementar el ego. Por ello el texto hace un emplazamiento directo a que cierto grupo de personas tenga que exponerse a la mirada escrutadora y validarse ante los demás. Pues yo no pido ni espero que lxs compañerxs se validen ante mi, mostrando su “currículum” exponiéndose groseramente. No espero validación, solo espero coherencia entre lo que unx afirma teóricamente y la materialización de ello en la vida real. Esa diferencia, entre validación y coherencia no es discursiva, es un profundo distanciamiento entre un comité central y una relación entre compañerxs.
El enjuiciamiento a través de internet, alcanza su punto culmine cuando acusa que tanto las “pruebas-errores” como los vínculos entre los inculpados en el caso bombas (pues aunque no lo explicite queda de manifiesto) hubiesen engrosado una larga lista de muertxs o torturadxs en contextos represivos más agudos. Ese error, afirman, es “una falta que no se puede dejar pasar”.
No habría tanto problema con lo anterior si fuesen frases cargadas de un interés por extraer lecciones y ser precavidxs con respecto al actuar de la represión, tanto en el plano legal pero especialmente en el para-legal. Ahora bien el asunto se vuelve mucho más complejo e insoportablemente molesto, desde el minuto en que con tanta liviandad se acusa a lxs imputadxs dando por ciertas las infamias judiciales.
Por lo demás, en contextos represivos “agudos”, cualquiera que encarne ideas disidentes, recibe la oleada represiva, deberían tenerlo claro, para no idealizar la “justicia” en ningún contexto.
Según el texto, tal parece ser que Los Comandos tienen más conocimiento sobre nuestras vidas, que nosotrxs mismxs, pues ellxs afirman saber que existieron “conversaciones explícitas”, “fotos”, “comunicados”, “cartas de presos” y la “comodidad del teléfono móvil” que probaría que las acusaciones de la fiscalía son ciertas, fundadas y más aún, documentadas.
Es increíble como sin demora ni pausa, se concibe como verdad, aquello que sustenta la acusación de los fiscales.
No solo es una grosera falta de respeto, sino que acerca peligrosamente los discursos entre posiciones que aparentaban ser contrarias, así de uno y otro lado se termina condenando ya sea judicial o políticamente hablando a un grupo específico de personas.
Pues no acepto, ni que las policías a través del órgano estrictamente judicial, ni que supuestos grupos de acción, nos/me apunten señalando que dejamos/dejé tal o cual prueba que daría sustento al organigrama policial.
Las conversaciones explícitas, son explícitas de qué?, esa parece ser la pregunta que no se hicieron ninguno de los jueces, a sueldo o no.
La prensa filtró hace poco más de un año, que una conversación telefónica entre un imputado y su compañera, en donde se preguntaba si se había comprado alimento para gatos, era luego re-interpretada por la fiscalía como un secreto código entre las partes, para dar cuenta de un acabado plan terrorista (aplicable solo al estado por lo demás).
Como olvidar otra memorable cita telefónica, en donde una imputada le pide a otra persona que le ponga dinero a su teléfono, conversación que serviría para probar una posición de liderazgo para quien tiene los recursos para cargar un teléfono. Ahí están sus conversaciones explícitas. De estas estupideces que sirvieron para encarcelar por 9 meses a algunxs imputadxs por el caso bombas, de todo este andamiaje perverso y miserable en términos intelectuales, de todo esto se hacen parte quienes escriben un texto supuestamente “libertario”.
El poder no solo ha encarceladx/coartado los pasos de lxs imputadxs y señaladxs como integrantes de una supuesta asociación ilícita terrorista de corte “anarquista”, sino que también ha expuesto pública y groseramente aspectos tanto íntimos como privados de nuestras vidas, moldeándolos para su beneficio. Y de ello se sirven Los Comandos para irrumpir degradando si no a todxs, al menos si a gran parte de lxs imputadxs.
Se hacen parte entonces de la acusación de supuestas fotos probatorias, la pregunta es nuevamente, probatorio de qué?, se desprende luego la interrogante de por qué alguien se siente con el derecho de siquiera insinuar cuáles son las fotos íntimas que se pueden tener o cuántas veces puede una persona hablar por teléfono de vaguedades.
En esa misma línea “las cartas de presos” serían antecedentes terroríficos y en ningún caso una muestra gráfica de una relación íntima entre personas, pero por qué se avala la represión del estado?, por qué se valida?, entendería (sin nunca justificar) que se hiciera un llamado de atención sobre un “mal procedimiento” de unx compañerx que termina regalándose frente al órgano persecutor, pero pongamos las cosas en frío, nada de lo encontrado en los domicilios se ajusta a ese criterio.
Y sobre el tópido de “los vínculos entre inculpadxs” como un punto a considerar, me parece un descriterio siquiera atreverse a insinuarlo. Qué se pretende?, hasta dónde se está dispuestx a permitir el control/sanción estatal. No le otorgo el derecho a nadie juzgar ni criminalizar mis relaciones, ni mis afectos.
Entonces lo que existe es una acusación a priori, quizá motivada por una valoración subjetiva. Como sea este tipo de actitudes me resulta completamente desagradable y por ello creo que bien sirven como ejemplo de aquellos senderos que no debemos transitar, esto es, validar la represión.
No deja de sorprenderme ese incesante tono de reproche y el constante llamado a que “algunxs” hagamos/hagan una introspección autocrítica que más se parece a una invitación a realizar un harakiri o una autoflagelación. Quienes tanto claman por estos procesos, podrían gastar menos saliva y mirarse críticamente así mismxs, a la par que investigan en sus privados hogares cuantas cartas íntimas y cuántas fotografías de sus hijxs poseen. Pensar en el ridículo de convertir aquellos elementos en “pruebas” de un juicio político, ahorraría quizá tanto insulto lanzado a los cuatro vientos.
La única “prueba” sobre la que se sustenta este y otros juicios, es que lxs imputadxs se asumen anárquicxs y/o antiautoritarixs. Esa es la base sobre la que se construye el andamiaje represivo, el escenario sobre el que se edifican los grandes procesos judiciales. Eso en resumen justifica todo lo inventado, tergiversado y manipulado. Se justifica la represión en tanto anárquicxs lxs imputadxs.
Así mientras algunxs siguen validando la tesis de un montaje, yo sigo afirmando que esto no pudo ocurrirle a cualquiera, con el mismo nivel de infamia, a “cualquiera” no. El mismo nivel de pruebas, tras años de intervenirnos la vida, con registros de basura y deposiciones, el mismo nivel de morbosidad frente a la muerte y los accidentes, el mismo nivel de desproporción hasta con sus “defendidos” códigos democráticos… eso no le sucede a cualquier ciudadano promedio.
Por ello se equivocan quienes hacen suyas las teorías policiales, avalando no solo sus argumentaciones, sino que también sus jugadas represivas. Dando por hecho que las acusaciones de la represión son ciertas, esto es por ejemplo, que en una okupación se almacenaban explosivos, que sus actividades eran clases de tiro y cursos de manejo de sustancias… aquello es falso, un disparate y burda infamia. Que por lo demás persigue no solo castigarnos, sino que también dejarnos como imbéciles, que a sabiendas de la vigilancia que existía, de igual forma almacenábamos todo “disfrazado con libros”. Por favor no hagamos propias las imbecilidades de la represión, nunca tuvimos nada de ello y aún así fuimos consideradxs un peligro, precisamente por las ideas y las prácticas que llevábamos adelante, por el abierto desafío de permanecer de pie aún después de tanta amenaza.
En esa misma línea me resulta inaceptable que se desprecie públicamente a una compañera recientemente encarcelada, tal como parece, siempre se puede caer más bajo en el mundo del espectáculo. Se habla despectivamente de Carla por tener un vínculo sentimental con un prisionero subversivo, se argumenta que ese simple vínculo “no basta para ser llamados compañeros” y podremos estar de acuerdo, no basta, pero evidentemente tampoco es ese el argumento para considerarla a priori como una enemiga o una persona “ajena”.
De Carla se dice que “es evidente la falta de espertiz en el manejo de los explosivos y en la capacidad de conspirar”, sugiriendo que busca reconocimiento a cualquier precio y la describen como quien porta “una bomba en la cartera”, ¿se inspiran en generar caricaturas?. Pues me parece que lo único que persiguen esas aparentemente analíticas palabras, es simplemente hacer daño, herir y dividir solidaridades. Si aceptamos que hay compañerxs de primer y segundo nivel, no hay senda antiautoritaria, si resulta que algunxs son compañerxs que “con valor disponen de su vida y lo dan todo en el ataque” y otras en cambio solo “buscan reconocimiento a cualquier precio”, la lucha parece estancarse.
Carece de sentido tratar a una persona en ese tono tan displicente y con tanto desdén porque simplemente no se la conoce, aplastando su figura por reducirla a un vínculo sentimental, utilizando la tribuna de un “comunicado” para atacarla frente a un entorno masivo.
Yo, sin conocerla, prefiero escucharla, leerla y por sobre todo, solidarizar con ella en tanto persona que lucha, dentro de las cárceles y fuera de ella. Me basta enterarme por la prensa de una larga campaña de desprestigio en su contra (producto de su vínculo con Juan), me basta saber que pese a todos esos ataques mediáticos, que incluyeron pasados vínculos amorosos o el tema de sus pequeños hijxs, me basta todo ello y enterarme (también por la prensa) de que siguió honesta con un vínculo que la exponía, me basta eso para asumirla compañera. No por un romanticismo barato, sino más bien porque no tengo absolutamente ningún motivo para llegar a pensar que no lo es.
Por lo demás, hay que escucharla a ella y a Iván para enterarse de que fue lo que ocurrió la noche que fueron apresadxs, si es que lo creen pertinente, pero quedarse con la información policial y desde ahí esgrimir que conspiran y manejan mal alguna sustancia, me parece intolerable. A lxs compañerxs se lxs analiza de acuerdo a lo que ellxs plantean, nunca a lo que el poder dice de ellxs o dice que portaban, es un asunto mínimo de lealtad.
Pueden existir críticas o disconformidades con respecto a situaciones o acciones concretas, pero creo que hay un asunto trascendente y es nunca, bajo ningún parámetro, exponer a lxs compañerxs, nunca ponerlxs bajo la lupa escrutadora, nunca señalarlxs con el dedo y apuntar hacia ella/él un dardo que evidentemente agrada al perseguidor, a quien coquetea con los poderosos y a quienes que se han sentado cómodamente a esperar que el ritmo represivo baje.
La no exposición de lxs compas es para mi un principio básico, que lejos de amiguismo, la simpatía o el favoritismo, busca proteger a lxs compas de la demoledora sentencia ya sea judicial, ciudadana o seudo anarquista. Esto no quiere decir que no existan críticas, sino más bien que se encauzan por senderos diferentes a una plataforma comunicacional tan amplia que solo es tribuna de información al viento.
Sobre avestruces y camaleones.
El texto de los Comandos Insurreccionales me acusa (sin nombrarme) de haber escrito -con motivo del aniversario de un espacio- un texto cargado de “odios despectivos hacia quienes no se sumaron o suman a sus posiciones personales”. Pues quiero ahondar en ello, aún cuando puedan aburrirse algunas miradas.
Lo que planteo en el escrito del aniversario, no es dilucidar quienes se sumaron a la Sacco o quienes no con el fin de atacarlxs, plantearlo así es un hábil intento de reducir lo que expreso, con el fin de justificar sus insultos. El punto no es “la Sacco si o la Sacco no”, va mucho más allá a lo que apunto, supera con creces una casa en particular, un espacio o el acto de okupar en si mismo.
Analizar ciertas actitudes tras la jugada represiva de agosto de 2010 es necesario, pues se enmarca en un tema mayor que tiene una innegable carga histórica. Por ello intento distanciarme de quienes habiéndose nutrido de un colectivo de personas que paraban un espacio, habiendo recibido apoyo, tanto para parar sus actividades, como para seguir adelante y ampliar sus perspectivas, luego cuando sobreviene la arremetida del poder, no solo se quedan calladxs, sino que intentan un desmarque grosero de lo que fue su relación con el colectivo hasta el día de hoy criminalizado, como es la Sacco. Y en un hecho aún peor, dan un paso al costado y levantan su dedo para señalar diciendo: “ustedes han fracasado”.
Si alguien no quiso jamás vincularse a una okupación, pues no tengo nada que decir al respecto, pero si recurrió a un espacio cada vez que necesitó algo y luego mete la cabeza en tierra cuando la cacería se desata, no seré yo quien aplauda esa incoherencia.
Ahí está el tema de fondo, pues aunque el texto de Los Comandos no lo vea así, una constante histórica origina esa deleznable actitud: el arrepentimiento y el estar dispuesto a todo con tal se salvar el trasero. Estar dispuesto hasta de reinventarse en vidas que lo único que logran es validar la represión, pues generan el triunfo que la jugada perseguía: desarticular entornos de lucha, acallar voces y eliminar focos de autonomía.
De forma indudable, también es una constante histórica esa actitud de levantar el dedo y acusar de fracaso y derrota a quienes reciben la oleada represiva. Esa actitud, ese apego a los valores del capital es para mi una línea divisoria que se prende con fuego. Atacar a quien está en el suelo con la bota policial encima, he ahí la verdadera derrota, que busca de paso, para quien la encarna, desvincularse de la persona que en su “caída” pudiera arrastrarlxs al precipicio de la condena judicial.
Derrotadxs son aquellxs que solo han levantado consignas que han sido incapaces de traducir a una vida diaria de real antagonismo.
Desde la cultura del poder se instaura la lógica de que para no “perder”, para no ser “derrotadx” hay que arrepentirse de las ideas y convicciones que guiaron un camino de lucha. Hay que hacerlo, cuando la represión se lanza en embestida buscando atropellar no solo a las personas que encarnan esas ideas de confrontación, sino que más aún, a la confrontación misma.
Así entonces, el arrepentimiento, el desmarque, la “maduración”, “el cambio” aparecen como una especie de tabla salvadora a la que lxs “sobrevivientes” de la represión se aferran, porque de ello depende en gran medida el devenir de sus días. Entonces algunxs levantan diversas excusas “los tiempos son diferentes”, “lxs hijxs”, “las parejas”, “el trabajo”, “las carreras universitarias”, “el miedo”, “la imposibilidad de vencer”, etc, las excusas cambian, pero el fondo es el mismo, aferrarse a la posibilidad que entrega el poder para poder salvarse.
Ante esa oferta de sumisión a los designios de los poderosos, yo me aferro a la dignidad de la lucha, por más soledad y castigo que traiga aparejado.
Esta situación, que hoy golpea a un grupo de compañerxs, no es nueva, no nace con nosotrxs ni morirá cuando la superemos, porque lamentablemente es un escenario recurrente cada vez que la represión hace un movimiento de avanzada.
Ese contexto, donde algunas personas simplemente van acallando sus voces o desdiciéndose en la práctica de aquello que reivindicaban es por ejemplo, un proceso similar al que tuvieron que enfrentarse quienes a principios de los años 90, salían de prisión y observaban atónitxs como muchxs de los que habían luchado contra la dictadura, contra la opresión, luego integraban los directorios de lucrativas universidades, puestos de poder o se acomodaban felices a algún partido político buscando la oportunidad del ascenso. Quiénes hasta hace pocos años atrás reivindicaban métodos de lucha de directa confrontación, luego se encumbraban felices como prósperos empresarios que se esmeraban en perfeccionar el capital.
Gente que cambie sus posiciones, no por un análisis crítico propio, sino por miedo a las consecuencias represivas siempre habrá. Solo basta analizar el transcurso de la historia, repleto de arrepentidos, soplones, colaboradores, mudos que más se vuelven estorbos y personas que miran hacia atrás y lo condenan todo. Hablando de errores tácticos, errores estratégicos, sin rescatar absolutamente nada, nada más que la inacción. Así se convierten en la propaganda de la derrota.
Derrota moral que profundiza los valores de la autoridad.
Yo tengo autocriticas, públicas y privadas y he perdido prácticamente todo desde lo más simple, material y cotidiano, hasta lo más complejo emocionalmente hablando. He perdido es cierto, pero tenganlo claro, yo no estoy derrotada y se que lxs compañerxs honestxs y entregadxs tampoco se derrotan ni en una celda inyectada con luz artificial, ni en el castigo del aislamiento, ni en la desesperante y permanente espera de una resolución judicial, ni en la sala de una institución hospitalaria, ni en la calle y sus constantes trampas, ni tampoco en la desastrosa rutina de huir constantemente.
Ese apego a las convicciones e ideas que encendieron el espíritu de la lucha es y será una victoria, que truncará de forma inequívoca el deseo del poder por aniquilarnos y fomentar la derrota como sinónimo de la lucha por la libertad.
Si algunxs leen en esa convicción de victoria un exceso de triunfalismo, un “palmotearse la espalda en la autocomplacencia”, es porque quizá no les interesa rescatar aquellas fortalezas que posibilitan nuestra continuidad. Quizá porque nos les hace falta buscar fortalezas porque no han perdido absolutamente nada. Quizá permanecen indiferentes porque desde su burbuja no pueden observar como se van acallando posiciones de ofensiva o porque derechamente, solo están enfrascadxs en la estéril competición de quien posee más “radicalidad” (por cierto siempre discursiva).
Insisto, la derrota para mi pasa por quienes se arrepintieron de luchar y buscan afanosamente teorías y argumentaciones que respalden su actitud.
Y no voy a sentarme y tolerar las descalificaciones cómodas de quienes no han tenido que responder por sus palabras, apresuradas en buscar los supuestos errores de quienes han luchado. Palabras lanzadas no con el afán de seguir adelante, pues muy por el contrario solo buscan estancar la lucha en la abierta condena y el grosero desmarque.
Hacia ese tipo de actitudes se dirigieron mis palabras de rabia en el texto por el aniversario de la Sacco y en ningún caso, como mañosamente expresa el texto de Los Comandos, a todo el entorno que no pertenecía a los círculos más golpeados.
Me tomo el tiempo para aclarar aquello porque asumo que internet no será nunca un perfecto y fluido canal de comunicación, al contrario creo que muchas veces no pasa de ser la sumatoria de voces que gritan cada una desde su burbuja, en virtud de la poquísima reflexión colectiva. Pero en fin, problemas de entendimiento pueden surgir dada la dificultad de contrapreguntar o de aclarar ciertos tópicos, más aún cuando lxs compañerxs tienen mucho que decir y muy pocas oportunidades de escribir, pues no están con libre movilidad o ven mermada de forma constante la posibilidad de explayarse.
Supero en la práctica mi desagrado hacia el mundo de lo virtual, pues de forma lamentable, este es el canal que tengo, tanto para expresar ideas hacia un entorno difuso, como para extenderme hacia lxs mixs.
Y en estos días de audiencias de preparación, juicios que comienzan y otrxs que parecen nunca acabar, me llega la información de lxs compañerxs en México, Bolivia y Perú. Mientras unxs van uniendo fuerzas más allá de las diferencias tácticas, otrxs van apuntando con el dedo y generando detenciones. Hago un llamado a solidarizar y a extender el apoyo hacia lxs compañerxs, entendiendo que básicamente el mismo esquema represivo aplicado en Chile, se está ejecutando groseramente en otras tierras de Latinoamérica.
Así entonces difundir la situación y contribuir con ayuda hacia lxs prisionerxs me parece una urgencia. Fuerza y aliento para todxs ellxs, para quienes viven la prisión, para quienes huyen de ella y para quienes la enfrentan cotidianamente con lógicas autónomas y solidarias.
El Poder que dispara sobre lxs niñxs y comunidades mapuche, que asesina a mineros en Sudáfrica y a comunidades indígenas en Paraguay, hoy desata una ofensiva antianárquica a nivel global. En Chile específicamente, estamos a un paso de la ilegalización, los párrafos de la sentencia contra Luciano Tortuga lo dejan de manifiesto. Así el maquillado rostro de la democracia, autopromocionada como garante de las libertades, de la posibilidad de expresarse y “pensar diferente”, va mostrándose como lo que es: un sistema político cuya única finalidad es proteger a los poderosos, sus privilegios y la sociedad verticalista que se los provee.
A nivel global, Italia, Grecia, Indonesia, Suiza, Alemania y E.E.U.U reciben la misma oleada represiva, que va tendiendo hacia la ilegalización de las posiciones ácratas. No clamo ni por misericordia ni permiso por parte del Estado y la represión, pero no por ello creo que haya que dejar por alto este escenario que va reconfigurarse, sin duda hay mucho que seguir analizando.
Envío entonces mi fuerza para lxs compañerxs procesadxs y encarceladxs en el marco de la “operación osadía” y “magiafuoco”, razzia que sin lugar a dudas irá extendiéndose hacia otras latitudes, solo es cuestión de tiempo.
Y por supuesto, no podía dejar pasar que mientras algunxs con tanto desprecio se refieren a la liberación animal como un asunto de “liberar pollitos y vanagloriarse”, mi corazón seguirá acelerando su ritmo con cada acto de liberación. Con cada animal que logra vivir y conocer el mundo más allá de las rejas, más allá de los centros de experimentación. Cada brillo en los ojos al conocer las capacidades del propio cuerpo, dormidas tras tanto encierro, será siempre, siempre el mejor alimento para el alma. Lo mismo ocurre al saber que unx prisionerx, aquí o a cientos de miles de kilómetro ha logrado evadir las mirillas asesinas, solx o contenidx por un grupo valiente de compañerxs.
El acto de “vanagloriarse” es en si mismo repudiable, como lo es también menospreciar otras expresiones de lucha, que son el fondo, parte del mismo camino de liberación.
A quienes vuelan por cielos lejanos, el camino será amargo, contradictorio, hostil, dulce a momentos y solitario en otros, lo único constante serán los cambios. Aún así no se olviden nunca de quienes son tras sus nuevas máscaras, no se olviden nunca de que la única dignidad posible se encuentra en la creación de un mundo sin autoridad.
Un fuerte abrazo, plagado de sonrisas de cómplices para quienes siguen empuñando ideas/prácticas de libertad.
Gabriela
Agosto de 2012