Hoy es muy común leer en publicaciones digitales en internet, que hablan de “comunismo” y “teoría crítica”, visiones bastante pusilánimes sobre la violencia revolucionaria. Estamos hablando de sitios web y blogs –políticamente correctos- donde incluso deliran con la dictadura del proletariado y hasta el terror rojo (¡al mismo tiempo que reivindican la Anarquía!), pero toman con pinzas la violencia minoritaria, o los desbordes espontáneos, justificándose con cien piruetas teóricas al defender actos de violencia concreta, para de inmediato aclarar que ellos no hacen la apología de la violencia o están lejos de la autoafirmación de los compañeros insurreccionalistas, que llaman al ataque aquí y ahora, “irresponsablemente”, y muchos etcéteras más. En general, que se afirme eso en páginas que posan de radicales, pero emanan un tufillo de sectas eurocentristas (seudocomunistas de izquierda), o de burguesitos y universitarios “radicalizados”, pero mierda buena onda al fin y al cabo, da lo mismo. Pero como no condenan abiertamente la violencia revolucionaria (a veces si lo hacen, eso si), terminan confundiendo a compañeros que también toman la violencia con pinzas y con mil justificaciones, ¡para justificarla!
Nosotros estamos por la apología de la violencia, sin medias tintas, violencia rebelde que en las condiciones actuales es necesariamente minoritaria. Incluso dentro de grandes movilizaciones de borregos, algunos rebeldes pasan al ataque. Pero más importante aún en un plano cualitativo, minorías o individualidades, conscientemente pasan al combate, a veces incluso a la clandestinidad, y se atreven a difundir en comunicados sus acciones y convicciones, sin ninguna jerarquía ni centros de mando. Algunos armados teóricamente con la informalidad y declarándose sin tapujos anarquistas e insurreccionalistas. Otros, dando frutos hermosos como la confluencia de los FLA y los FLT con el insurreccionalismo (el caso de México es destacable). Y otros compañeros, desde Grecia, Italia y otros países (“desde Indonesia hasta Chile”), llamando a la Federación Anarquista Informal y a la internacionalización de las complicidades, llegando a defender claramente la lucha armada y la nueva guerrilla urbana (que no tienen nada que ver con estructuras político-militares, jerárquicas y centralizadas). El que la reivindicación frontal de la violencia y la acción directa provoque la ira de los adalides de la crítica desde la inacción, lanzando ataques, condenas y hasta rozando la delación de compañeros, es algo obvio. Las sectas confusionistas, y los “anarquistas” autoritarios no son nuestros compañeros, y se comportan como la policía del pensamiento que son. Con ellos, nada. Ni diálogo ni debate. Sólo la crítica violenta, si es necesario.
Nos interesa la polémica, la difusión de textos y libros, la clarificación teórica. Pero nunca al margen de la lucha, pues eso se asemejaría a la labor que desarrollan desde su remanso de paz, los profesionales de la crítica separada. Y en el espacio donde confluyen los que resisten y combaten, se van a dar tensiones y a veces duras contradicciones. Pero eso es obvio en un movimiento vivo, que incluye el sonido de las explosiones (pero no se reduce a ellas). Publicar y difundir esas diferentes posiciones, nada tiene de tribuna abierta, pues no se trata de elegir entre una opinión u otra, en el mercado de la democracia. Se trata de la clarificación de la propia actividad de los explotados que pasan a la ofensiva, y de rescatar el hilo negro de la historia de la subversión.
Obviamente, la difusión de textos, noticias, cartas de prisioneros políticos, comunicados y publicaciones digitales por internet, no es ni de cerca la labor más importante, en el campo de la agitación y propaganda de la guerra social. La vida late en otra parte. Nunca debemos olvidar el fanzine y el libro que se reparte de mano en mano, o el panfleto clandestino arrojado en la calle, o que se distribuye en las barricadas, acopiado junto a las piedras y las bombas molotovs. Las pegatinas en los muros, postes o en la locomoción colectiva, el lienzo que se despliega en la avenida. Nunca las pulsaciones digitales van a reemplazar la emoción de encontrarse con los cómplices, del viaje de un puñado de compañeros en bicicleta, a pie o en un vehículo expropiado, buscando la multiplicación de las prácticas de ataque. Pero lo que estas breves páginas buscan es una reflexión necesaria sobre la actividad de los revolucionarios en los medios electrónicos de comunicación. Y sobre la propaganda de la violencia. Y partimos de la base de que este texto está dirigido a nuestros compañeros, conocidos y desconocidos, de todas las latitudes. Por eso no escribimos párrafos contra los ciudadanos-arribistas que creen que las redes sociales son facebook o twitter, aprietan el botón de “me gusta” en el video más visto de la semana en youtube, y otras lindezas de la “vida” programada de los zombies que van de la casa al trabajo, del centro de enseñanza a la casa. Y tampoco nos hemos detenido más de la cuenta, sólo unas necesarias palabras, en atacar a las sectas “revolucionarias” que levantan pomposas “comunidades” virtuales, que se limitan a difundir panfletos digitales, panfletos que nadie ha visto en la calle, en ninguna ciudad del mundo.
Se puede y se debe ocupar la ultrasapeada internet, para la agitación y la propaganda, sin olvidar ni por un instante sus límites, sus riesgos y su naturaleza. Así como se puede subvertir el orden en cualquier calle, en cualquier barrio, a pesar de las cámaras, los policías, la sociedad (suciedad) llena de soplones, los helicópteros y los satélites de vigilancia, que buscan mantener el dominio del Estado, el capital y la civilización sobre el planeta.
Algunos afines de la Internacional Negra