“… saludar a lxs compañerxs prófugxs es saludar su decisión de lucha, su opción de huir de la prisión que también es una acción contra los intentos del poder de enjaular a quienes le combaten.”
“Así decido huir, pues no soy culpable de nada, ni tampoco inocente… soy simplemente su enemigo (…) del orden existente, enemigo de la sociedad, de toda forma de autoridad y explotación, ya sea burguesa o proletaria; comprendí que la lucha por la libertad es la guerra de cada individuo por la recuperación de su vida, es negarse a formar parte de las masas, a que otros piensen por ti y te digan como actuar, es rechazar las ideologías y los números o roles cargados de conformismo y pasividad que aseguran a diario la continuidad del sistema (por mucha retórica revolucionaria que contenga). Descubrí que en los avances y crecimientos más significativos de mi vida y en los ataques concretos (materiales e ideológicos) que realice contra el capitalismo, siempre estuve rodeado de aquellxs con quienes la horizontalidad no se traducía en un mero voto, sino que estaba dada por compartir la confianza y el deseo de destruir todo lo que nos oprime.
(…) asumo todos mis errores y me hago la autocrítica a fin de nutrir y agudizar mi praxis insurreccional; hoy veo como necesidad concreta que los grupos de afinidad que han pasado a la acción, se ocupen de contar con infraestructura autónoma (en todos sus sentidos), que les permita desarrollar sus planificaciones con mayor seguridad y confianza. Yo tropecé con ese error, pero creo que lxs antiautoritarixs debemos ser como los salmones, hemos de aprender de cada caída y seguir firmes contra corriente.”
(Extracto del primer comunica del compañero Diego Rios desde la clandestinidad, Agosto de 2009)
El 24 de junio de 2009, la madre del compañero antiautoritario Diego Ríos encontró en una casa de su propiedad un bolso con material para fabricar explosivos. La mujer denunció de inmediato la situación a la policía y desde aquel día se convirtió en colaboradora directa de los organismos represivos que investigan el “Caso Bombas”. Ese día también no se vio más al compañero Diego Ríos. La policía allanó con su habitual violencia el Centro Social Autónomo y Biblioteca Libertaria Jonny Cariqueo, valioso espacio que ya no existe y del cual participaba el compañero. No lo encontraron en aquel lugar, porque el compañero ya había emprendido su huída.
A dos años de aquellos sucesos, Diego Ríos se mantiene prófugo lejos de las jaulas del poder, convirtiéndose en el primer compañero de la nueva ofensiva antiautoritaria en Chile en hacerse un clandestino que reivindica públicamente su decisión desde algún lugar del mundo.
Todo lo sucedido con este caso nos sumió en una serie de vivencias nuevas para quienes luchamos contra el poder. Tensiones y conflictos con nuestra forma de llevar la lucha y sus consecuencias surgieron en aquel momento. Algunxs se inmovilizaron temerosxs de la represión, otrxs tomaron como ataques personales los llamados a solidarizar que algunxs compas realizaron. Creemos necesario volver a reflexionar sobre todo aquello, enriquecidxs hoy con las experiencias adquiridas en estos dos años como parte del camino de lucha que hemos elegido.
Tensiones sobre la clandestinidad y lo clandestino.
Lo sucedido con el compañero Diego Ríos nos llevó a reflexionar, entre otras cosas, sobre la condición de la clandestinidad. A pesar de que la historia de la lucha nos entrega diversas experiencias antiguas y actuales de compañerxs anarquistas y antiautoritarixs que han pasado a la clandestinidad, nuestra visión sobre esta condición era la que nos entregaba la experiencia histórica reciente en Chile. Esa experiencia corresponde a la práctica de la clandestinidad desarrollada por las organizaciones politico-militares que combatieron la dictadura de Pinochet y luego continuaron luchando contra el capitalismo durante el retorno a la democracia. Nos referimos a algunas fracciones del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), al Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y al célebre Movimiento Juvenil Lautaro (MJL). Estas organizaciones tenían una concepción de lo clandestino y lo militar como una forma superior de lucha, donde algunos militantes destacados pasaban a constituir un grupo de elite al interior de la organización encargados de realizar operaciones de alta complejidad. Como eran orgánicas leninistas, la estructura partidaria armada se concebía por sobre las individualidades y en la practica concreta estos grupos consideraron a la clase explotada como un río donde se podía pescar militantes que engrosaran la organización (donde los más destacados pasaban a la clandestinidad) y terminaron por enroscarse en una lucha armada entre el aparato militar de la organización y el aparato represivo del Estado, saliendo victorioso el Estado debido a su superioridad bélica.
A pesar de las diferencias que como antiautoritarixs tenemos con estas estructuras jerárquicas armadas (como en el hecho de concebir a la gente como sujeto y no como objetos, y nuestra opción de lucha comprometida pero sin jerarquías ni revolucionarixs profesionales), hay que reconocer que la practica de estas organizaciones representa nuestra experiencia viva más reciente de ofensiva revolucionaria y es necesario rescatarlas y cuestionarlas teniendo en cuenta que fueron vidas de compañerxs entregadxs a la lucha, más allá de su ideología.
Distinto a estas experiencias, el compañero Diego Ríos no se hizo clandestino porque considerara que desde aquel frente la lucha se elevaría el nivel, tampoco lo hizo por mandato de una organización ni como parte de una estructura jerárquica. Simplemente, el compañero huyó de las garras del poder ante su inminente detención. Lo sucedido con Diego ocurrió apenas un mes después de la muerte del hermano Mauricio Morales, momento en que la represión estaba encima del entorno ácrata, los centros sociales y las casas ocupadas.
Tal vez desde la óptica de las antiguas vanguardias armadas, el hecho de que un/a revolucionarix clandestinx hiciera una declaración pública reivindicando su condición –como lo hizo Diego que escribió tres comunicados- resultaría algo inaudito y espantoso. Pero la experiencia de Diego Rios es similar a la de otrxs compañeros que en otros lugares del mundo a traves del tiempo han enviado comunicados desde la clandestinidad, ya sea para saludar a sus compañeros o para burlarse la policía, tanto como para atacar al poder, como para evadir sus jaulas.
Recientemente, la compañera antiautoritaria Gabriela Curilem también pasó a la clandestinidad debido a su decisión de no dejarse atrapar en medio de la razzia represiva del 14 de Agosto de 2010 en el marco del “Caso Bombas”. Ella también asumió su condición como una decisión dolorosa.
Diego y Gabriela decidieron hacer pública su decisión, pero no creemos que esto deba ser un esquema a seguir, solo lo entendemos como una opción personal.
Actualmente, el poder ha sembrado la idea de que Diego se encuentra dirigiendo acciones de ataque en Argentina y que Gabriela sería la financista de una inexistente asociación terrorista. No podemos más que reírnos de cómo intentan ocultar con mentiras su incapacidad de encontrarlo.
Para nosotrxs, saludar a lxs compañerxs prófugxs es saludar su decisión de lucha, su opción de huir de la prisión que también es una acción contra los intentos del poder de enjaular a quienes le combaten. No veneramos su condición de clandestinxs, porque no la consideramos como un fin en si mismo ni un frente de lucha contra el poder superior a cualquier otro; además estamos segurxs que ni Diego ni Gabriela querían desaparecer y dejar de luchar y compartir junto sus compañerxs y cercanxs. La situación lxs arrojó a tomar aquella decisión.
Obviamente, dentro de la lucha hay diversas formas de enfrentarse a la autoridad y dentro de ella ninguna es más importante que otra. Barricadas, discusiones entre compañerxs, bibliotecas, publicaciones, explosiones, incendios, actividades al aire libre, etc, son parte de una misma lucha si su objetivo es oponerse a la dominación para vivir en libertad.
Esto no quiere decir que necesariamente todas esas acciones sean realizadas por lxs mismos compañerxs ni que estos formen parte de una agrupación con un plan criminal, como el Estado quiere hacer creer con lxs compañerxs imputados por el “Caso Bombas”.
La autonomía como medio y fin de nuestra lucha.
La completa autodeterminación sobre nuestra vida es un acto de libertad, por eso aspiramos a ella luchando desde la autonomía. Nuestra opción de lucha es la ofensiva constante en ideas, palabras y actos contra la ideología, las relaciones y estructuras del poder. Con esto, nos imponemos a nosotrxs mismxs el desafío de generar las condiciones para agudizar la lucha en nuestras vidas y con otrxs. Por ello, dotarnos de medios propios para la lucha es una urgencia cuando no queremos depender de nadie ni caer en improvisaciones que arriesguen nuestra integridad personal.
Cada compañerx es valiosx y se le necesita en la calle, propagando la libertad en instancias públicas o conspirando en las sombras, pero en la calle y no enjauladx ni viéndose en la decisión de alejarse de sus cercanxs.
Los poderosos poseen individuxs cuya labor es el seguimiento permanente a lxs revolucionarixs y no podemos jamás subestimar sus capacidades. Además, se ha visto que al poder no le cuesta mucho levantar montajes para mantener encerradxs a compañerxs aun sin comprobar su participación en actos “ilegales”.
Lejos de juzgar de manera arrogante cualquier error cometido por el compañero Diego Rios, ésta es la lección que sacamos: dotarnos de recursos propios para la lucha. Lamentablemente a veces tienen que ocurrir nefastas situaciones para darse cuenta de algunas cosas. Pero no tiene por qué ser así. Por esto, es preciso que la constante autocrítica sobre nuestras prácticas sea parte cotidiana de nuestra lucha, con nuestros afines y en comunicación informal con otrxs compañerxs que se hacen parte de la lucha revolucionaria por la libertad.
… Que cada unx elija cómo se hace parte de esta lucha. Si para combatir al capital y la autoridad se utilizan instancias publicas o clandestinas es una opción personal que se debe respetar, pero que cada cual lo haga con compañerismo, complicidad y solidaridad revolucionaria.
Saludamos al compañero Diego Ríos donde sea que esté. También a la Compañera Gabriela Curilem. No los olvidamos, porque aun están nuestros corazones y a pesar de la distancia continuamos compartiendo el mismo camino de lucha contra el mundo del capital y la autoridad.
SIN BANDERAS NI FRONTERAS