A continuación un valioso asesoramiento técnico escrito por un veterano saboteador. En relación a la detención de Adrián, un analista escribió: “Descarrilar un tren, una pésima idea”. Ahora, la versión del descarrilamiento es aquella que fue proporcionada por la policía.
La poco creíble versión facilitada por la policía y aceptada por periodistas y analistas, es desplomada a trasves del aporte de este veterano saboteador. Aun así, quedan en pié dos posibilidades: un incauto transporte del artefacto en el metro o una acción que fracasó en su intento.
Es obvia la desinformación puramente propagandística y difamatoria en el caso de Adrián, también por el hecho de que algunas latas de gas butano ni siquiera le hacen cosquillas a un tren o a unas vías.
Sólo para darle un pliegue a una vía (tal vez capaz de procurar un descarrilamiento), sirven al menos unos cientos de gramos de explosivos de alto potencial (en que el acoplamiento con el gas no tiene ningún sentido técnico) y si nosotros ponemos (el calcúlo será subestimado) que la superficie del corte de una vía es de 50 cm², para cizallarla, el cálculo se hace fácilmente (25 gramos de explosivos de tipo militar por cada cm ²), que toma alrededor de 1,250 kilogramos de explosivos de alto potencial (militar).
Si, luego, se calcula que, por ejemplo, la dinamita comercial es más débil y con la pólvora negra (la cual debe ser cuidadosamente direccionada a través de un envase de material estable, como una placa gruesa ya que adentro de una “lata” simplemente no haría otra cosa que una llamarada que ni cosquillas le hace a una varilla de 8 mm) para calcular hay que multiplicar por 6 veces para lograr el mismo efecto a nivel de destrozo, o sea por lo menos 6 o 7 kilos de pólvora negra, pues es claro desde ya la desinformación de los “datos” del “articulo”.
La hipótesis de que se usara contra las vías (implícita, en caso de chismes sobre el “descarrilamiento”) no hubiera hecho detener ni por un momento el tráfico. Si fuera cierto la “noticia” del “humo en el tren” aun estaríamos frente a un fulminante de fabricación torpe y adelantada.
Además, no es casualidad que una de las “reglas” de la guerrilla urbana es la de evitar lo más rígidamente posible el transporte de artefactos y/o explosivos en los medios de transporte públicos de masa por el peligro potencial muy grande para la gente “ajena a los hechos”, peligro ya lo suficientemente grande con todos los otros medios de transporte en un entorno poblado …
Un veterano saboteador,
Marco Camenisch.