Sobre los sucesos en la Amazonía
Pretenden que vivamos una farsa. El poder opresor (Capital, Estado, etc.) no sólo utiliza violencia física para controlarnos, también crea una jaula invisible que llama “normalidad” para adueñarse del pensamiento y los anhelos de los dominados impidiéndoles ver la posibilidad de su propia liberación.
Quien desobedezca será sancionado socialmente como iluso o subversivo. Los medios de comunicación también son armas: disparan cortinas de humo para desviar nuestra atención y hacer que olvidemos las injusticias cotidianas. La prensa maquilla los hechos, los vuelve mercancía, banaliza la muerte. Por eso, mientras las personas eran asesinadas en Bagua, rápidamente el sistema arremetió con farándula en primera plana, exaltación de nuevas glorias deportivas, titulares llenos de fervor patriótico: el rojo de la bandera peruana sobreponiéndose al rojo de la sangre de los asesinados en el aún irresuelto conflicto en la Amazonía.
El régimen pretende ocultar que aún hay cientos de desaparecidos aún, decenas de detenidos, familias desconsoladas, comunidades incompletas, pues, en la arremetida policial, muchos de los que huyeron aún no han regresado. Las arbitrariedades en los arrestos son cosa común. Pretenden provocar la desmoralización de la gente para acabar con años de lucha y organización, pero, a pesar de la represión, los pueblos amazónicos siguen dispuestos a luchar.
No defendemos la soberanía nacional, si esto quiere decir propiedad del Estado y dominio de su burguesía local. Somos partidarios de la acción directa de las comunidades, de su capacidad de autogestión. Estamos en contra del desarrollo ciego y la industria depredadora, es momento de plantear formas radicalmente distintas de convivencia, sin explotación del hombre y la naturaleza. No atacamos a la empresa transnacional por ser extranjera, sino por ser explotadora, capitalista.
La lucha amazónica no ha sido provocada por el chavismo u otros supuestos agitadores. Esas son patrañas del gobierno que quiere encontrar falsos culpables y negar la capacidad de las comunidades de actuar por sí mismas. Defendemos la autonomía de los pueblos y deseamos espacios libres de contaminación no sólo en Perú, sino en todo el mundo. Este conflicto no es una guerra de “Estados imperialistas” contra sus Neo-Colonias, el Capital usa cualquier bandera (el enemigo también se viste de rojo y blanco) por eso comprendemos que, para liberarnos, es inútil hablar de “patria”.
No se trata de mantener espacios para el turismo o de una añoranza cursi del buen salvaje. Las comunidades indígenas poseen sus propios conflictos. No idealizamos, simplemente somos solidarios contra el enemigo común. El poder opresor ha atacado sin vacilar, ha matado, sigue matando y pretende que miremos a otro lado para proseguir impunemente. Esta lucha es la de todos, y si hoy son los indígenas amazónicos, mañana puede ser cualquiera el “desaparecido”, pues el Estado y el Capital son el mundo del no-cambio, la homogeneidad represiva que nos escupe si tenemos la osadía de cuestionarlo. Para este mundo, sólo existimos como objetos, como mercancía, somos descartables.
Luchemos. Opongamos a esa normalidad homogeneizante nuestra diversidad crítica. Seamos la negación de esa farsa. Como dicen los zapatistas en México: Sí en este mundo no cabemos, pues otro mundo hay que hacer.
Anarquistas en Lima
15 de agosto del 2009